Casados
Posted: miércoles, 29 de abril de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Las cosas que dejé en Cuba
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Historia real o ficción pueden pasar en cualquier momento en la isla de Cuba. Las cosa que dejé en Cuba, siguen pasando con el mismo espíritu de siempre. Quedaremos condenados a seguir pa’lante.
Antonio, francés de 32 años viajó a Cuba y se enamoró. Mariza de Céspedes y de Castilla, 28 años, soltera y sin hijos vivía con sus padres como era la tradición. Todos bajo el mismo techo(hasta que la muerte nos separe). Dos años de encuentros fueron suficientes para que Antonio se decidiera a casarse. La distancia era insoportable. Llegó el día. Hacía un calor insoportable. Santiago de Cuba, 39°, las 3 de la tarde y eran las 3 y media. Toda la familia estaba reunida. Antonio, que ya conocía el 50 porciento de los problemas burocráticos de la isla era incapaz de controlar su inquietud. Empezó a desilar su corbata. Sentía un calor sofocante.Y el notario que no llegaba.
-Si el hijo de puta del notario no viene esto se va pa’la pinga –susurra el padre de la novia a su mujer.
Contrario a la informalidad de muchos cubanos, los novios, los padres de la novia, los testigos y los invitados, llegaron puntuales a la notaría. Sólo faltaron los padres del novio, Francia.
-El notario vive en Chicharrones y a lo mejor no pudo coger la guagua –comentó un testigo, para calmar el ambiente.
-A lo mejor viene en bicicleta y de allá a aquí hay como veinte kilómetros. Esperemos un poquito más.
Antonio está tenso. Se va a levantar y la novia lo ataja. Lo atornilla a la silla con palabras muy dulces, como de miel.
-No te inquietes, mi amorcito. Ya sabes que estas cosas pasan aquí. ¿De verdad me quieres? ¿Me llevarás a conocer la Torre Eiffel? Nos pasearemos por la calle de Alcalá cogiditos de las manos, ¿verdad? Acuérdate que me prometiste llevarme a esa tienda enorme que se llama… que se llama… no recuerdo bien, algo así como el Carafure…
-Carrefour, mon amour. Claro, mi vida, lo que me desespera es esta estúpida espera. Je suis au point de me casser d’ici d'envoyer tout ça à la merde.
- No, señor. ¡Por nada del mundo! Mi hija se va a casar porque no es una cualquiera. Por favor, espere un poquito más –contestó la madre, que a pesar de no entender el idioma se la olió.
Y del notario, ni la sombra. José Manuel de Céspedes, el padre, se fue a la esquina a tomar un poco de ron, y no escuchó los gritos de alegría cuando al fin apareció el notario, disculpándose por la pequeña demora. Y ya posesionado de su puesto de mando, el hombre pasó lista a los convocados cual si fuera un jefe de pelotón.
-Testigos; amigos; padrinos; madre; José Manuel de Céspedes, José Manuel de Céspedes ¿no se encuentra José Manuel de Céspedes?
-¿Dónde pinga está metido tu padre?- gritó Antonio, al buen cubano.
José Manuel de Céspedes, que ya regresaba sin saber que el notario ya estaba en su mesa, apretó el paso al ver a su esposa, con la cara de diablo y con el pensamiento escrito(hijo de la gran puta, coño tu madre)
- ¡Desgraciao! ¿Dónde cojones te metiste? Al novio lo tenemos aguantao. ¡Si se levanta y se va se fue pa’la pinga todo esto y horvoir France!-se quedó sorprendida de lo rápido que va aprendiendo el Francés.
José Manuel de Céspedes estampó su firma en la casilla que no le correspondía. ¿Habría que hacer los papeles de nuevo? ¿Volver la semana siguiente, o mañana? Era lo peor que podía ocurrir. El vuelo Habana-Paris estaba fijado para las 11 y 10 del día siguiente.
Sofía de Castilla casi se desmaya. A la novia se le aflojaron las piernas. El novio no comprendía el nuevo contratiempo. Se instaló en el salón un silencio de sepulcro que rompió José Manuel de Céspedes encojonado.
-Doctor, los novios se van para la “Torre ifiele” esta noche, ¿cree usted que pueda hacer algo para subsanar el error? –lo miró con malicia. -Dé por seguro que se lo agradeceremos mucho.
-No se preocupe, de Céspedes, lo de la equivocación lo resuelvo con una nota al margen con mi firma y el cuño de la notaría.
Todos recobraron la respiración y la alegría.
- ¡Al fin casada! ¡Y bien casada! Ya salimos de ella. Antonio es una joya. Mariza y él nos ayudarán desde “franco”.
-Desde Francia Sofía, desde Francia
-eso mismo, que la Virgen de la Caridad del Cobre les dé mucha suerte y salud –murmuró al oído del marido.
José Manuel de Céspedes puso un billete de 20 CUC en el bolsillo del funcionario público, mientras se decía; “¡Al fin salimos de esto!" Luego, en el aeropuerto, se reunió otra vez con los novios a despedirlos, entre lágrimas y suspiros. En el último abrazo Sofía de Castilla tuvo tiempo de decirle a la hija:
-No te olvides que tu padre calza el 47 y tu hermanito el 24. Tu abuela la pobre consíguele las pastillas para cagar y un ventilador. Para mí aquella blusa y la cartera con perlitas que vimos en el anuncio de “carefole”. ¡Ah, y los "fulas", digo, los euros para arreglar la casa y comprar el televisor, el frío, la nueva cocina, el DVD! Bueno, mi'jita, tú llevas la lista. ¡Buen Viaje y que Dios los acompañe!
Antonio, francés de 32 años viajó a Cuba y se enamoró. Mariza de Céspedes y de Castilla, 28 años, soltera y sin hijos vivía con sus padres como era la tradición. Todos bajo el mismo techo(hasta que la muerte nos separe). Dos años de encuentros fueron suficientes para que Antonio se decidiera a casarse. La distancia era insoportable. Llegó el día. Hacía un calor insoportable. Santiago de Cuba, 39°, las 3 de la tarde y eran las 3 y media. Toda la familia estaba reunida. Antonio, que ya conocía el 50 porciento de los problemas burocráticos de la isla era incapaz de controlar su inquietud. Empezó a desilar su corbata. Sentía un calor sofocante.Y el notario que no llegaba.
-Si el hijo de puta del notario no viene esto se va pa’la pinga –susurra el padre de la novia a su mujer.
Contrario a la informalidad de muchos cubanos, los novios, los padres de la novia, los testigos y los invitados, llegaron puntuales a la notaría. Sólo faltaron los padres del novio, Francia.
-El notario vive en Chicharrones y a lo mejor no pudo coger la guagua –comentó un testigo, para calmar el ambiente.
-A lo mejor viene en bicicleta y de allá a aquí hay como veinte kilómetros. Esperemos un poquito más.
Antonio está tenso. Se va a levantar y la novia lo ataja. Lo atornilla a la silla con palabras muy dulces, como de miel.
-No te inquietes, mi amorcito. Ya sabes que estas cosas pasan aquí. ¿De verdad me quieres? ¿Me llevarás a conocer la Torre Eiffel? Nos pasearemos por la calle de Alcalá cogiditos de las manos, ¿verdad? Acuérdate que me prometiste llevarme a esa tienda enorme que se llama… que se llama… no recuerdo bien, algo así como el Carafure…
-Carrefour, mon amour. Claro, mi vida, lo que me desespera es esta estúpida espera. Je suis au point de me casser d’ici d'envoyer tout ça à la merde.
- No, señor. ¡Por nada del mundo! Mi hija se va a casar porque no es una cualquiera. Por favor, espere un poquito más –contestó la madre, que a pesar de no entender el idioma se la olió.
Y del notario, ni la sombra. José Manuel de Céspedes, el padre, se fue a la esquina a tomar un poco de ron, y no escuchó los gritos de alegría cuando al fin apareció el notario, disculpándose por la pequeña demora. Y ya posesionado de su puesto de mando, el hombre pasó lista a los convocados cual si fuera un jefe de pelotón.
-Testigos; amigos; padrinos; madre; José Manuel de Céspedes, José Manuel de Céspedes ¿no se encuentra José Manuel de Céspedes?
-¿Dónde pinga está metido tu padre?- gritó Antonio, al buen cubano.
José Manuel de Céspedes, que ya regresaba sin saber que el notario ya estaba en su mesa, apretó el paso al ver a su esposa, con la cara de diablo y con el pensamiento escrito(hijo de la gran puta, coño tu madre)
- ¡Desgraciao! ¿Dónde cojones te metiste? Al novio lo tenemos aguantao. ¡Si se levanta y se va se fue pa’la pinga todo esto y horvoir France!-se quedó sorprendida de lo rápido que va aprendiendo el Francés.
José Manuel de Céspedes estampó su firma en la casilla que no le correspondía. ¿Habría que hacer los papeles de nuevo? ¿Volver la semana siguiente, o mañana? Era lo peor que podía ocurrir. El vuelo Habana-Paris estaba fijado para las 11 y 10 del día siguiente.
Sofía de Castilla casi se desmaya. A la novia se le aflojaron las piernas. El novio no comprendía el nuevo contratiempo. Se instaló en el salón un silencio de sepulcro que rompió José Manuel de Céspedes encojonado.
-Doctor, los novios se van para la “Torre ifiele” esta noche, ¿cree usted que pueda hacer algo para subsanar el error? –lo miró con malicia. -Dé por seguro que se lo agradeceremos mucho.
-No se preocupe, de Céspedes, lo de la equivocación lo resuelvo con una nota al margen con mi firma y el cuño de la notaría.
Todos recobraron la respiración y la alegría.
- ¡Al fin casada! ¡Y bien casada! Ya salimos de ella. Antonio es una joya. Mariza y él nos ayudarán desde “franco”.
-Desde Francia Sofía, desde Francia
-eso mismo, que la Virgen de la Caridad del Cobre les dé mucha suerte y salud –murmuró al oído del marido.
José Manuel de Céspedes puso un billete de 20 CUC en el bolsillo del funcionario público, mientras se decía; “¡Al fin salimos de esto!" Luego, en el aeropuerto, se reunió otra vez con los novios a despedirlos, entre lágrimas y suspiros. En el último abrazo Sofía de Castilla tuvo tiempo de decirle a la hija:
-No te olvides que tu padre calza el 47 y tu hermanito el 24. Tu abuela la pobre consíguele las pastillas para cagar y un ventilador. Para mí aquella blusa y la cartera con perlitas que vimos en el anuncio de “carefole”. ¡Ah, y los "fulas", digo, los euros para arreglar la casa y comprar el televisor, el frío, la nueva cocina, el DVD! Bueno, mi'jita, tú llevas la lista. ¡Buen Viaje y que Dios los acompañe!