Clandestino

Posted: domingo, 19 de abril de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas:
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Había una vez, un hombre que nació y se crió en La Isla de La juventud (parte de la Republica de Cuba situada al sur de su geografía) tubo la posibilidad de estudiar, para hacerse una persona de bien, reconocido y respetado por amigos y familiares. Deseaba serle útil a la sociedad tal como correspondía en esa época en que los jóvenes se movían para contingentes de la agricultura, la construcción y la inductria. Eran los hombres nuevos. Llenos de capital humano y excelencia.
Este hombre, que le llamaré Antonio Fuentes, logró conseguir su propósito. Se graduó como mejor estudiantes. Penetró en la sociedad laboral, con categoría de técnico medio. Pasado en tiempo fue viendo como sus sueños se fueron desvaneciendo. Incapacidad, cumplir, corrección y calidad fueron las palabras que le sonaban en la cabeza. Su insuficiente salario y sus múltiples aspiraciones e ilusiones se le quedaban en la mesa a la hora de comer.
Pero seguía increíblemente su labor: superación personal, emulación socialista, metas cumplidas y sobrecumplidas, normas alcanzadas, estimulo en CUC, la jabita con aseo personal y las promesas gubernamentales de que con mayor esfuerzo y sacrificio, con más trabajo y ahorro, alcanzaría el soñado bienestar. Todo lo que intentó dentro de los parámetros legales, fue en vano.
Agotado, decidió probar de otra manera fuera del control y la promesa estatal. Por ese camino casi de inmediato, verificó la mejoría económica y el favorable cambio de aspecto de si mismo, su familia y su medio. Adquirió, una confianza progresiva incrementando las negociaciones, el intercambio y la competencia y con ellas, se globalizó, extendiéndose fuera de su barriada, transformándose sin notarlo, en un empresario competente, adicto a las ilegalidades, ganando fuerza por días en su gestión dentro de ellas.
Entró en el discurso político:obrero ejemplar y luego joven comunista, posición que le sirvió para salvarse varias veces de la confiscación de sus bienes y la prisión. Pero ya sucumbían gastados, tanto el carné de militante, como los argumentos y la entrega política, quedándose sin otra opción según sus propias palabras que ¨¨salir echando¨¨, dejarlo todo atrás: hijo, esposa, amigos. Fue así que migró precipitadamente de su tierra natal, para eludir el peligro de aquella sanción mayor, que ya se veía venir.
Un buen día sin pensarlo dos veces, subió a una embarcación en la isla-país y luego de dos horas de travesía, se bajó en Cuba, comenzando su nueva aventura de inmigrante ilegal dentro de la patria. Este estatus que no alcanzó mantener oculto por mucho tiempo, provocó nuevamente que fuera conducido con regularidad, a diversas estaciones de policías y poco después, lo trasladaban deportado para su país, la amada Isla De La Juventud. Fueron muchas veces, pero Antonio Fuentes seguía. La metamorfosis que sufría era obligada. Se sentía acorralado entre dos aguas. Tanto en La Habana Cuba, como en La Isla de la juventud, era declarado persona no grata e impulsado a vivir en la diáspora y todo, por cumplir sus sueños como en cualquier parte del mundo. Por eso no entendía con claridad su situación.
Primero, en su país de origen, viéndose apretado de dinero y su familia con dificultades para sobrevivir, abandona el trabajo arriesgándose a comercializar: vendió guayabas, aguacates, viandas, frutas. El negocio lo llevó a mayor escala cuando observó que era provechoso. Si hubiera sido posible tener un negocio y pagar una licencia, todo hubiese sido diferente, pero esa posibilidad dentro de la ley no existía. Luego fue detenido, le aplicaron varias multas, hasta que sin salida, se vio precisado a escapar hacia el exilio en una embarcación.
Ya en Cuba, intentó varios oficios entre ellos la carpintería. Le iba bien, incluso, pensó comprar un cuarto, traer a su hijo con él y hacerlo ciudadano cubano. Pero la madera conque hacía los muebles no la vende el estado y por andar con un bulto de tablas encima sin precisar la procedencia, fue capturado y comprobada de paso, su otra ilegalidad. La de ser extranjero y andar indocumentado en su propio país. De ahí en adelante no respiró más, escondiéndose, evadiendo, sobornando a sus adversarios cuando era detectado.
Dejó la carpintería presionado por la vigilancia del CDR y la policia. Se entremezcló en negocios de “más envergadura”, haciendo vida nocturna para desaparecer su imagen ante los perseguidores. Los ingresos aumentaron en la misma medida que la categoría de la ilegalidad. Vivía alquilado por 50 CUC y portaba un teléfono celular con el cual se comunicaba para sus evoluciones, se vestía bien y podía mandar su remesa familiar, siempre, “trabajando” en las sombras. Pero al que velan no escapa. Fue localizado de nuevo y obligado a dirimir su problema otra vez, con el CUC.
Tenía que quitarse ese lastre de “sin papeles” y “busca vida”. Fue entonces que “alumbrado” por otros “colegas sin papeles”, encontró la vía, la persona ideal y por 150 CUC que colmaron la billetera del funcionario publico adecuado, compró su libertad y con ella, se hacia portador del indispensable carné de identidad con dirección de su nuevo país. !Al fin, era ciudadano cubano¡ y podría pertenecer al CDR. Terminaron las angustias, los acosos, las deportaciones, porque de paso, con unos pesos adicionales le dejaron limpios los antecedentes penales. En cuanto entrara en dinero vendría el próximo escalón: Adquirir una plaza de administrador, carnicero, o taxista. Pero estas eran palabras para empeños mayores.
Por el momento, se investía con la categoría de desocupado legal, o trabajador informal. Había dejado de ser un peligroso, un vago, o un antisocial extranjero, con múltiples deportaciones por negocios ilícitos, e indocumentado. No seria detenido ni conducido mas porque ya estaba trasformado en un cubano libre, el hombre nuevo, digno de vivir en el primer país socialista de America Latina. Cuba.

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