La historia contada

Posted: miércoles, 28 de abril de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas:
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Tania miraba el patio mientras abría dos cervezas, el invierno estaba llegando a su fin, aparecían ante su vista objetos que por meses estuvieran sepultados bajo la nieve. La mesa de verano recobraba su figura, el tanque de plástico de la basura, la hierba invadía el espacio blanco y monótono. Tania seguía ese avance diario como si en esa operación librara una importante batalla, o se le escapara la vida misma. Roque la llamó desde la sala, le reclamaba por la cerveza olvidada.
-No sabe mal la cerveza Hatuey, es una lástima que aquí no la vendan en las grandes tiendas. Ya terminé de instalarte el equipo. Para que no te asustes, con un solo mando podrás encender todo: el televisor, el satélite, internet, wiffi, la radio, la computadora y el aire acondicionado.
-Me pasas un curso después. Hay que dejarle cerveza a María que va a venir.
Tania era una mujer de unos cuarenta y dos años, de rostro hermoso. Poseía unos ojos verdes y su belleza era mezcla de blanca cubana intoxicada por los siglos. En estos momentos se encontraba estudiando francés, una batalla cruenta entre ese idioma y cultura contra todos los demonios de una Baracoa lejana. Su carácter era similar al de sus contemporáneos, muy jodedora y criolla. A la hora de hablar, al hijoputa lo llamaba por su nombre.
Hacía más de 15 años que Roque y Tania se conocían.

La fábrica

Posted: martes, 20 de abril de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas:
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Las 4:30 de la tarde, marcaba el reloj de la fábrica. Era el día señalado después de tantos meses de discusión. La reunión tendrá lugar en la planta número 2, a la derecha, al fondo del pasillo pegado a los baños. No tenían otra sala disponible, para ese día. Toda la fábrica desarrollaba la reunión mensual. La reunión de los jefes, la reunión de los subjefes, la reunión de los jefes de los jefes, la reunión de todos los jefes y la reunión de los fundadores, que era a las 4:30 de la tarde como, marcaba el reloj de la fábrica. Como decía, al final del pasillo, solo había que empujar la puerta de color rojo y ya se podría respirar en los 88 metros cuadrados y sus cuarenta sillas color rojo y la tabla redonda como la de la tele. Todo estaba dispuesto, tres micrófonos, perdón cuatro, la bandera y 8 carteles dándoles la bienvenida a los visitantes de la tarde.

La secretaria se precipitaba hacia la mesa para sentarse en el sillón presidencial. Ella estaba segura que desde allí, todos podrían admirar su camisa nueva de encajes y la pulsera de cuero sintético. Ricardo se sentó al lado dándole a demostrar que los micrófonos eran de alta tecnología y que fue él quien los consiguió. Le seguía José, que se tocaba los bolsillos del pantalón para asegurarse que no se le olvidaron las pastillas de Aspirinas y de Donepezil, su mujer miraba las sillas vacías con un aire agrio.
Después de lo sucedido, se tendría que plantear una nueva estrategia. “Los nuevos no pueden sacar la cabeza del agua, así como así. Está más que discutido, de hoy no pasan” decía bien alto la secretaria de la fábrica.

Dos o tres cositas

Posted: martes, 6 de abril de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas:
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Este era un día muy especial para Juanita la de la esquina, era el cumpleaños de su hija. Por eso tenía que hacer dos o tres cositas antes de comenzar la fiestecita, por ejemplo, tenía que ir a la consulta del dermatólogo, ir al Coppelia para comprar los helados y después cargar el agua, porque hoy era el día. Salió de su casa a las 5 de la mañana, con su jaba de cinco libras, para los helados y su tarjeta de consulta. La última persona, gritó en medio de treinta pacientes y se sentó a esperar.

Pasadas 7 horas, la enfermera apareció para decirles que tenían que cerrar sin consulta porque no había agua. Pero si hoy llega el agua, le dijo una mujer con los brazos al aire.
-tiene razón, pero como usted mismo dijo, “llega” que no significa que ha llegado.
Y empezó a repartir los nuevos turnos para pasado mañana, garantizando que el agua llegaría ya fuera por San Pedro o por la tubería. No paró tampoco de enumerar las dificultades que había que enfrentar cuando el preciado líquido llegaba por las pobres y gastadas hojalatas de más 100 años. Ustedes saben que nuestro país, está atravesando un duro bloqueo económico e ideológico, por parte de los intereses de… pero "Esas son cosas que pasan a diario" se dijo Juanita con paciencia. Ese buen humor de Juanita por el cumpleaños de la hija la llevó a coger a pie la distancia hasta el Coppelia en busca de los helados.
A esa misma hora, Luzmila la hija de Juanita, se tragaba una espina de pescado mientras almorzaba en la casa. Desesperada, la joven utilizó una técnica que aconsejan los viejos en estos casos: se tragó sin masticar un pedazo de pan viejo, pero la espina continuaba clavada en su garganta. Entonces corrió a la policlínico. En el cuerpo de guardia la atendió la enfermera. Luego de observarla, diagnosticó que ya la espina no estaba allí y posiblemente lo que sentía era el reflejo...
-¡No! -gritó Luzmila.- ¡Está ahí!
La enfermera le comunicó que el policlínico no tenía agua y que los médicos estaban en horario de almuerzo y que todo eso era la culpa del bloqueo económico e ideológico de los enemigos del norte, que por eso no cuentan con el instrumental adecuado para extraer una espina. Que debía trasladarse al Hospital Militar o al Clínico Quirúrgico.
Luzmila regresó a su casa. Cuando llegó Juanita la de la esquina a las seis de la tarde encontró a su hija dando paseítos y apretándose la garganta. La joven le explicó lo sucedido, pero Juanita no había encontrado los helados deseados para ese día.
Salieron en dirección de la Plaza de Marte para coger un carro que las dirigieran hasta el Hospital Militar. Sentadas en el carro, a pocos milímetros de dos grandes bocinas, el reguetón reinaba. El chofer les contó que le dio una serenata de reguetón a la novia esa madrugada, para que ella y la cuadra entera se despertaran. Al fin habían llegado cuando Juanita le gritó al chofer que solo personas con el seso hueco escuchaban esa porquería. El joven le lanzó una mirada asesina y antes de apretar el acelerador gritó:
-Pues si no te gusta el reguetón, ¡lárgate de Cuba, viejita!
Llegaron al hospital. Los atendió un estudiante de medicina que hacía la guardia nocturna. Luego de revisarla minuciosamente diagnosticó lo mismo que la enfermera.
-No! -gritó Luzmila otra vez-, la siento aquí.
El estudiante le confesó a las dos que el hospital no contaba con otorrino de guardia, que debían trasladarse al Clínico Quirúrgico, el único que prestara ese tipo de servicio nocturno. Que no se preocuparan, que la ambulancia de guardia los llevaría cuando regresara al hospital.
Pasaron dos horas y la ambulancia no aparecía. Luzmila vomitó en el pasillo intentando extraerse por ese método la espina, pero fue imposible. De pronto una idea la iluminó de pronto. Una prima de Juanita era jefa de personal de la Escuela de Estomatología, quedaba a dos pasos de la casa.
Cuando cogieron fuerza se echaron a caminar. Llegaron a la Escuela de Estomatología y buscaron a la prima. Por suerte estaba de guardia esa noche. Le contaron lo sucedido y la prima la llevó ante el especialista. La anestesiaron, y con unas pinzas extrajeron de su garganta una gruesa espina de pescado que Luzmila mantuvo clavada allí durante 19 horas de su cumpleaños.

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