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A nosotros o casi a todos nosotros, nos gusta saborear una tacita de café. En las casas podría haber faltado cualquier cosa, pero siempre está presente la tacita de café, presta a recibir al visitante. A falta de razones, el no ofrecimiento de café es considerado por la visita como descortesía.
Pero qué esfuerzo. La canción de Mamá Inés “todos los negros tomamos café”, está algo lejos. Y cuando digo esto me viene a la mente mi amigo, porque según él, cuando se levanta sin tomar café le entran mareos y su cuerpo se embobece.
El café se vende cada 15 días por la libreta de racionamiento a razón de dos onzas por persona. A veces, cuenta mi amigo, que no llega a las dos onzas, pues el sobrecito viene roto. Pero tú sabes mejor que nadie ¡ qué no es café!. El contenido de ese envase consiste en una mezcla de chícharos y café, con predominio del primero sobre el segundo, en proporción desconocida, oculta a la población como secreto de Estado. Casi nadie lo sabe.
Dos onzas de café se van en dos coladas. ¿Y el resto del tiempo qué?. Opción. Mi amigo se tiene que levantar una hora antes de ir al trabajo, ir a las pocas cafeterías que aún existen, y comprar el brebaje oscuro y carente de aroma al precio de 10 centavos por taza. Para obtenerlo debe conocerse el horario de colada, me cuenta él, que varía caprichosamente, y desafiar la fila o cola de adictos, donde son frecuentes los gritos a los que quieren colarse o retardan el movimiento al demorarse soplando el caliente brebaje.
En realidad, la forma más común de satisfacer el deseo o necesidad es comprándole café a particulares que ofertan una mezcla de dos partes de chícharo tostado y molido con una parte de café, al precio de 5 pesos por latica metálica de leche condensada.
¡ Claro está ! la venta es peligrosa. Es un peligro considerable que está en la naturaleza misma del producto. Su aroma se adueña de la atmósfera alertando el olfato de los CDR, omnipresentes delatores. Aunque su presidente de vez en cuando toma su café a escondidas.
Como ves, no es fácil mi hermano, así que cuando vengas lo solo que te pediré es una librita del preciado tesoro, que exportamos y que no tomamos. Yo sé que tu conoces esta realidad, pero te la recuerdo para que no te olvides, que todos los negros tomamos café.
Pero qué esfuerzo. La canción de Mamá Inés “todos los negros tomamos café”, está algo lejos. Y cuando digo esto me viene a la mente mi amigo, porque según él, cuando se levanta sin tomar café le entran mareos y su cuerpo se embobece.
El café se vende cada 15 días por la libreta de racionamiento a razón de dos onzas por persona. A veces, cuenta mi amigo, que no llega a las dos onzas, pues el sobrecito viene roto. Pero tú sabes mejor que nadie ¡ qué no es café!. El contenido de ese envase consiste en una mezcla de chícharos y café, con predominio del primero sobre el segundo, en proporción desconocida, oculta a la población como secreto de Estado. Casi nadie lo sabe.
Dos onzas de café se van en dos coladas. ¿Y el resto del tiempo qué?. Opción. Mi amigo se tiene que levantar una hora antes de ir al trabajo, ir a las pocas cafeterías que aún existen, y comprar el brebaje oscuro y carente de aroma al precio de 10 centavos por taza. Para obtenerlo debe conocerse el horario de colada, me cuenta él, que varía caprichosamente, y desafiar la fila o cola de adictos, donde son frecuentes los gritos a los que quieren colarse o retardan el movimiento al demorarse soplando el caliente brebaje.
En realidad, la forma más común de satisfacer el deseo o necesidad es comprándole café a particulares que ofertan una mezcla de dos partes de chícharo tostado y molido con una parte de café, al precio de 5 pesos por latica metálica de leche condensada.
¡ Claro está ! la venta es peligrosa. Es un peligro considerable que está en la naturaleza misma del producto. Su aroma se adueña de la atmósfera alertando el olfato de los CDR, omnipresentes delatores. Aunque su presidente de vez en cuando toma su café a escondidas.
Como ves, no es fácil mi hermano, así que cuando vengas lo solo que te pediré es una librita del preciado tesoro, que exportamos y que no tomamos. Yo sé que tu conoces esta realidad, pero te la recuerdo para que no te olvides, que todos los negros tomamos café.