Naturaleza muerta 2

Posted: viernes, 29 de mayo de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas:
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La calle, tranquila. Entré a mi casa con el maletín y la carne.¡ Sin novedad en el frente!
Mi mujer se puso contentísima. ¡Cinco libritas de carne! La cortamos en bistecitos que parecían tela de cebolla, finitos, para que alcanzara para los muchachos y nosotros, pero decidí que me comería dos de aquellos.
Sacamos unos cuantos, los pusimos en una cazuelita y los adobamos con limón , sal y ajo, ah, y una cebollita pequeña.
Como a las ocho de la noche decidimos sentarnos a la mesa: bistec ( dos para cada uno), arroz y ensalada de tomate. ¡Un banquete!
Cuando iba a llevarme el primer pedazo a la boca con el tenedor, tocaron a la puerta. Fue un toque duro, con autoridad. Alguien de la familia, seguro.
En efecto, mi suegra.
Yo andaba por el cuarto, escondiendo los platos. No se me ocurrió otro lugar más apropiado que meterlos bajo la cama.
La vieja llegó hasta el cuarto, por poco me sorprende en la escondedera.
- Mijito, ¿ qué te pasa que estás metido ahí? ¿ Te sientes mal? ¿No han comido? Ay, qué olor a carne frita. Oye, ¿ ustedes comieron carne hoy?
-No mima, ¡qué va! ¿Carne? ¿ En qué mundo tú vives, chica?
Era mi mujer que se encontraba tras ella y me hacía señas de que la sacaría pronto de circulación.
- Es el olor, ¡qué olor más rico, cojones!
¡Seguía mi suegra con lo del olor!
Y la vieja se fue para la sala, los niños estaban en casa de la vecina, viendo una película de vídeo.
- Guillermo ni se te ocurra decirle a mi mamá que conseguimos carne.
- ¿ Por qué chica?
- ¿Por qué? ¿Ya se te olvidó que mi padrastro es Jefe de Sector en Martí?
Mi mujer se sentó al lado mío, en el borde de la cama. Bien al borde, porque el centro se hundía como una red de pesca.
- Coño, pero yo no puedo creer que tu padrastro nos vaya a echar pa`lante. ¡ Vaya, me parece imposible!
Me acomodé más hacia el borde.
- Esto no es igual, dale un bistec, que se lo coma con nosotros o con los muchachos, cuando suban y que no le diga nada a él.
- Ella se lo cuenta todo a él. ¡No puede ser!
- ¿Qué cuchichean ustedes ahí? Parece que están rezando, ¿cuál es el misterio que se traen entre manos?
Mi suegra, ahora de pie en la puerta del cuarto. De regreso de su excursión por la sala y la cocina. Mi mujer se levantó de la cama y los muelles protestaron.
- Mima, no es nada. Es un asunto entre Guille y yo. Te voy a dar los hilos que me pediste para que puedas coger la camioneta que pasa para Versalles a las nueve y media, si pierdes ese, hasta las once no pasa otra.
- Oye, niña, ¡qué apurada estás en que me vaya!
- La calle está peligrosa. Dicen que hay un violador por ahí, por la línea del tren.
La vieja se echó a reír.
- A mí no hay quien me meta mano. Oye,¡qué olor a carne frita!
- Y sigues con lo mismo. ¡Cuando la coges con una cosa no la sueltas!
Mi mujer le preparó un paquete con hilos de diferentes colores, también le echó unos botones y la despidió rápido.
Nos volvimos a sentar a la mesa sobre las nueve y algo de la noche. Sin bisteces. Los ratones se encargaron de la tarea.
Ahora tengo un ligero tic que mi mujer no soporta. Me quedo largos minutos masticando. Luego trago con agua. Aquel cuadro de la sala desaparació para siempre.

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