Mi destino preferido 4

Posted: jueves, 19 de marzo de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas:
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Hace ya tres años que soy médico. Parece mentira, me dice mi madre. Ya está un poco vieja, pero todavía aguanta. Mi primer paciente fue uno de la familia. El marido de mi prima, la mayor. Le tuve que recetar unas inyecciones contra una enfermedad que me cuenta que cogió en un campo. Pero sé que era gonorrea. Mi prima, no sabe nada. Es mejor así. Su esposo siempre fue alguien que inventaba algo. Siempre en la luchita, como decía. Él pasó unos cuantos años en prisión, por estafa. Cuando el niño cumplió su primer año, se lo celebraron. Fue entre nosotros. Nos sentamos en la mesa y se apareció el marido de mi prima con un conejo asado. Era la primera vez que comía conejo. Estaba buena la carne. Por lo demás también. Luego me fui de parranda con los amigos. Pero la carne estuvo buena. Cuando llegué a la casa todos estaban despiertos. Mi mamá se tomaba pastillas y me daba de empujón otras para mí. Tómate eso rápido me dijo y me las tomé, como siempre. Me extrañó que no estuvieran los otros y le pregunté a mamá. En el hospital mijo, en el hospital, mañana te contaré. Luego supe que era gato, lo que habíamos comido. El marido de mi prima desapareció unos meses, pero luego hizo las paces con la familia. Lo principal era que el niño no se quedara sin padre. Además mi familia era buena.
Bueno ya que estoy aquí, mejor contarles un poco, por qué estoy acá y lo que me puede pasar allá.
Me llamo Roberto del monte. He vivido en dos lugares. Primeramente en Santiago de Cuba y después en La Habana. Los dos tienen en común varias cosas, que me gustan. Los sonidos que conforman la identidad de la isla. Es exactamente como en la película Fresa y Chocolate. Aquellos que la ven, podrán tener la perfecta impresión. Y esa impresión no se termina nunca. Cerca de las dos casas existen unos mercados al aire libre. Te despiertas cuando los trabajadores comienzan su jornada. Y el sol, es es rey.
Las mañanas comenzaban con la radio, que mi tía ponía, para escuchar las noticias. Mi madre ponía la cafetera y se tomaba dos pastillas. Yo me leventaba poco a poco. Me sentaba frente a la pequeña ventana, mirando la pared del otro lado. Ya hacía más de dos años que trabajaba como médico. Las cosas me iban bien, pero en mi cabeza me daba vueltas. Sentía que existía algo mal. A veces me decía a mí mismo que eran crisis de... y otras veces no.
Concretamente. Trabajaba en la sala de cuidados intensivos. Los enfermos que entraban a ese lugar solo tenían que esperar el llamado de las sirenas. Es decir, un pie allá y otro allá. Para mí era un trabajo antiestrés. A decir verdad me relajaba mucho. Le explico por qué. En definición, un médico de cuidados intensivos ocupa un puesto apestoso según sus colegas. También los médicos reciben constantemente observaciones, recomendaciones y reprimendas, según los casos. Pero es amado por las víctimas y el entorno familiar de ellas. Aunque yo no podía influir en la suerte de ellas, las calmaba un poco.
En esta parte me disculparán pero me conviene que otra gente cuente esa fase de mi vida. Así yo puedo ir al baño. Gracias por su comprensión...(continuará)







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