La revolución de las croquetas explosivas

Posted: jueves, 6 de noviembre de 2008 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas:
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El nombre de cada persona solía escogerse, en la época medieval, para transmitir ciertas características o poderes implicados en el mismo.
Ser un buen trabajador en Cuba, o estudiante aventajado, buen vecino, buen esposo, era la ideología de los años 80, hermoso recuerdo de mi adolescencia. Tengo un amigo que a esa década la llamaba "la revolución de las croquetas explosivas". Para mí fue lo contrario. El nombre de uno de los tantos personajes de aquella época, lo conservo todavía : Paula.


Paula: chiquita, flaca, enorme cabeza y bigotes
En esos tiempos, pagábamos las cosas con: un jabón, una toalla, una sábana que se lavó muchas veces, o por otras cosas que se necesitaban. Era la época del trueque. A veces en mi casa se cambiaban cosas que no teníamos por cosas que no necesitábamos y se conseguía lo que se buscaba. El barrio conocía a Paula, era la aministradora de una pequeña cafetería.

¡Paula me puedes resolver para mañana, esto, y lo otro! y Paula siempre cumplía con la gente, como buena trabajadora. En las medias noches, cuando no había vigilancia del CDR, empezaba el trueque detrás de la cafetería: pan, refresco, cuerúa, polvorón, mantecado, turrón de caña, prú oriental, mortadella, té al buen estilo chino, las famosas croquetas, quesos crema y mantequilla. Todo se podía conseguir. Poco a poco nuestro personaje principal fue construyendo su casa en las afueras de la ciudad. Un día tres ladrillos, otro día le daban una bolsa de cemento y así. Todos estábamos contentos. Hermosos tiempos, según yo.


El otro día llamé a mi amigo y le pregunté por la administradora
-Paula, mejor no nos acordamos de ella, hace cuatro años que desapareció del barrio. Dicen que la están buscando porque descubrieron en unos análisis de sangre que están haciendo en el barrio que aquellas croquetas que todavía andan por ahí feas, deformes e incoloras, y que te hacen estragos en los cielos de la boca, estaban hechas con cascara de "fongo" molido y así, el té, la mortadella, la cuerúa....
Le colgué el teléfono de la pena, sentí un repentino sentimiento de tristeza, por mí claro está que no, sino por Paula, que al menos nos ayudó en los años 80, hermoso recuerdo de mi adolescencia, según yo.

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