La novela o la música
Posted: sábado, 15 de mayo de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Juanita la de la esquina
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Con la novela se paralizaba todo. Al día siguiente, el capitulo de la noche anterior, era motivo de comentario. El ejemplo más palpable era que todo el mundo veía la novela, las calles se quedaban vacias y hasta la policía se encerraba en sus respectivas unidades. Era el bálsamo diario para la gran mayoría. Recuerdo los cabreos que cogía mi abuela cuando había apagones a la hora de la novela. No se quejaba tanto por los apagones pero por la novela, sí.
El ñato era uno de los tantos apasionados por la música en general. El vivía para la música y se alimentaba con la música. Su casa se situaba en la esquina, que quedaba al lado de la cafetería. Todos le decían “el ñato” y no José Enrique. Después del accidente, el sobrenombre le caía del cielo. Por supuesto que fue un accidente, como él explicaba: “solo fueron unos traguitos y arreglando la cabrona puerta del baño que no cerraba me cayó en plena nariz. Ahora parezco un boxeador”
El ñato hubiera querido llamarse como los reyes del merengue. Esa era su época favorita, las mejores canciones de todos los tiempos: Gilberto Santarosa, Las chicas del Can, Pacheco... Por eso, cuando todo el mundo se ponía a ver la novela, él metía a todo volumen sus merengues. Por supuesto que la policía llegaba para quitarle el equipo, por escándalo público pero no era fácil: “yo tengo Santo hecho, pero si ustedes dicen que los vecinos se quejan, llévense el equipo y después me dicen cómo les va la cosa”. La policía nunca se los llevaba, ellos sabían perfectamente de qué les estaba hablando. Con los santos no se juega.
Una tarde Juanita la de la esquina no esperó la hora de la novela y una hora antes que empezara se desplazó hasta la casa del ñato, sin que él la viera, hizo que la tía velara por si alguien viniera y se subió en una escalera para alcanzar los cables eléctricos y así poder desconectar la electricidad de la casa escandalosa. La tía le comentó que era un trabajo peligroso y podía quedarse electrocutada, y además la televisión había anunciado lluvia a esa misma hora de la tarde.
- ¡Hijita tú estás loca, bájate de ahí y suelta esas tijeras!.
-¡Coño! ¿Qué carajo es esto? Fue la expresión que le salió del alma al ñato cuando observó la ridícula vecina encaramada en la escalera, con un par de tijeras dispuesta a cortar los enormes cables de electricidad.
-No te equivoques, yo estoy loca y créeme que lo haré. Ya estamos cansados de escuchar tu música de mierda que no deja escuchar la novela en paz. Nos hemos metido un mes y medio con las ventanas cerradas y con la tele a fondo por tu culpa. ¿Sabes otra cosa? Dile a la policía que me cago en la puta de su madre. ¿Qué te parece?
-Bueno, eso sí que vamos a tener que analizarlo, porque si tú cortas los cables no podrás tampoco ver el televisor en blanco y negro que tienes en la casa. Total para lo que verás, en un canal, calamidades. En otro, tremendo chisme. En otro, una pila de gente encerrada en una casa comiendo mierda.
-Me toca los cojones, si sumamos todos los bretes, más tu característica, podemos convertir con tranquilidad este barrio en un verdadero infierno. Entre tu cara de espanto, tu música de locos y la gritería de los borrachos que reúnes en tu casa adónde vamos a parar.
-Tú te salvas…
- ¿Qué?, ¿quiere que te caiga a galletazos ahora mismo? o no te acuerdas cuando te tiré la plancha por la cabeza, no te hagas el gracioso que tú no eres guapo.
Esa era otra historia, cuando el ñato trabajaba para el turismo solicitó los servicios de Juanita que era manicura. Ella se pasó más de tres horas dándole guayo a las plantas de los pies, mirándolo con tremenda mala cara. El sin embargo se imaginaba aquella desdichada mujer, tratando de quitar las “islas” de una pila de años andando sin zapatos o con zapatos de dos números menos. Y le entró la risa, pero no risita picúa de las que hacen estremecerse los edificios. Y al momento, sintió un golpe duro en la nariz, era inequívocamente el encajonamiento de Juanita la de la esquina. Desde ese momento le llamaron el ñato y el cambió la historia.
De pronto, empezó la novela. A Juanita le entró la comezón que la tiró al suelo y el tembleque le encendió los pelos. ¡Alarma de combate!, estaba en fuego. Una voz robótica tipo “La Guerra de las Galaxias”, retumbó en las calles, era la tía: “fallo en el sistema, fuego, fuego ¡agua urgentemente!”.
A la carrera y con tremendo miedo sacudiendo al ñato, fue a la cocina y sacó un cubo de agua. El sahumerio inundó la calle. ¡Allá va eso!, y le tiró un cubo de agua directo a la cabeza. Se echó para atrás. La vecina lo miró con los ojos encendidos. Se paró temblando y con los ojos bien abiertos.
Estaba amaneciendo. Juanita se pasó la mano por la cabeza. ¿Qué extraño todo?, ¿era un sueño? Miró su reloj estaba lleno de agua. Olía a caña de azúcar. ¡Perdí la novela!