Dos o tres cositas

Posted: martes, 6 de abril de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas:
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Este era un día muy especial para Juanita la de la esquina, era el cumpleaños de su hija. Por eso tenía que hacer dos o tres cositas antes de comenzar la fiestecita, por ejemplo, tenía que ir a la consulta del dermatólogo, ir al Coppelia para comprar los helados y después cargar el agua, porque hoy era el día. Salió de su casa a las 5 de la mañana, con su jaba de cinco libras, para los helados y su tarjeta de consulta. La última persona, gritó en medio de treinta pacientes y se sentó a esperar.

Pasadas 7 horas, la enfermera apareció para decirles que tenían que cerrar sin consulta porque no había agua. Pero si hoy llega el agua, le dijo una mujer con los brazos al aire.
-tiene razón, pero como usted mismo dijo, “llega” que no significa que ha llegado.
Y empezó a repartir los nuevos turnos para pasado mañana, garantizando que el agua llegaría ya fuera por San Pedro o por la tubería. No paró tampoco de enumerar las dificultades que había que enfrentar cuando el preciado líquido llegaba por las pobres y gastadas hojalatas de más 100 años. Ustedes saben que nuestro país, está atravesando un duro bloqueo económico e ideológico, por parte de los intereses de… pero "Esas son cosas que pasan a diario" se dijo Juanita con paciencia. Ese buen humor de Juanita por el cumpleaños de la hija la llevó a coger a pie la distancia hasta el Coppelia en busca de los helados.
A esa misma hora, Luzmila la hija de Juanita, se tragaba una espina de pescado mientras almorzaba en la casa. Desesperada, la joven utilizó una técnica que aconsejan los viejos en estos casos: se tragó sin masticar un pedazo de pan viejo, pero la espina continuaba clavada en su garganta. Entonces corrió a la policlínico. En el cuerpo de guardia la atendió la enfermera. Luego de observarla, diagnosticó que ya la espina no estaba allí y posiblemente lo que sentía era el reflejo...
-¡No! -gritó Luzmila.- ¡Está ahí!
La enfermera le comunicó que el policlínico no tenía agua y que los médicos estaban en horario de almuerzo y que todo eso era la culpa del bloqueo económico e ideológico de los enemigos del norte, que por eso no cuentan con el instrumental adecuado para extraer una espina. Que debía trasladarse al Hospital Militar o al Clínico Quirúrgico.
Luzmila regresó a su casa. Cuando llegó Juanita la de la esquina a las seis de la tarde encontró a su hija dando paseítos y apretándose la garganta. La joven le explicó lo sucedido, pero Juanita no había encontrado los helados deseados para ese día.
Salieron en dirección de la Plaza de Marte para coger un carro que las dirigieran hasta el Hospital Militar. Sentadas en el carro, a pocos milímetros de dos grandes bocinas, el reguetón reinaba. El chofer les contó que le dio una serenata de reguetón a la novia esa madrugada, para que ella y la cuadra entera se despertaran. Al fin habían llegado cuando Juanita le gritó al chofer que solo personas con el seso hueco escuchaban esa porquería. El joven le lanzó una mirada asesina y antes de apretar el acelerador gritó:
-Pues si no te gusta el reguetón, ¡lárgate de Cuba, viejita!
Llegaron al hospital. Los atendió un estudiante de medicina que hacía la guardia nocturna. Luego de revisarla minuciosamente diagnosticó lo mismo que la enfermera.
-No! -gritó Luzmila otra vez-, la siento aquí.
El estudiante le confesó a las dos que el hospital no contaba con otorrino de guardia, que debían trasladarse al Clínico Quirúrgico, el único que prestara ese tipo de servicio nocturno. Que no se preocuparan, que la ambulancia de guardia los llevaría cuando regresara al hospital.
Pasaron dos horas y la ambulancia no aparecía. Luzmila vomitó en el pasillo intentando extraerse por ese método la espina, pero fue imposible. De pronto una idea la iluminó de pronto. Una prima de Juanita era jefa de personal de la Escuela de Estomatología, quedaba a dos pasos de la casa.
Cuando cogieron fuerza se echaron a caminar. Llegaron a la Escuela de Estomatología y buscaron a la prima. Por suerte estaba de guardia esa noche. Le contaron lo sucedido y la prima la llevó ante el especialista. La anestesiaron, y con unas pinzas extrajeron de su garganta una gruesa espina de pescado que Luzmila mantuvo clavada allí durante 19 horas de su cumpleaños.

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