Hacerse la vista gorda

Posted: martes, 27 de enero de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas:
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Hoy no sólo es cuestión de que partimos de una sociedad machista. La mujer ha ocupado un mayor espacio. Si la comparas con las mujeres europeas : atractivas, modernas, es decir : mujer que trabaja fuera de casa y que es liberal sexualmente hablando. Los estereotipos nacionales tienden a reducirse notablemente. Las europeas, según estudios, buscan más la ternura de su pareja, y son mujeres que no tienen miedo a afrontar al mismo tiempo una vida familiar y una carrera profesional.
¿Y cuál es la imagen de la mujer francesa en Europa? la más elegante y la más culta, sentido del humor, de su poder de atracción y de su ternura. Y sobre todo con el amor no se juega.

Pero las cubanas son más libres, más firmes en su decisión, más independientes y menos sumisas, según el último estudio realizado en la isla. Hace tiempo que conozco a María y de ella quiero hablar


Antonio crió a su hija con un rigor de convento. No le permitió nunca decir obcenidades, le prohibió jugar con varones, argumentando que entre niños, una niña no puede jugar. María creció como bajo una campana de cristal.
Antonio siempre le explicaba que la mujer tenía que trabajar para ser independiente y para que ningún hombre la mandara. La educación de su hija era muy diferente al machismo que reinaba Nunca tuvo conversaciones de doble sentido delante de ella. No admitió que nadie se propasara. Ella vivía segura de que su padre sería capaz de matar por defenderla : si algún día un hombre te mantiene como una esclava o te maltrata, juro por Dios que lo mato.
Para ella, su padre, era el hombre más justo, más inteligente, y más fuerte de cuantos conociera. Por eso su esposo tenía que ser perfecto, y un día lo encontró.

José era el hombre perfecto. Se vieron y fue amor a primera vista. Tres meses después se casaron.

La perfección empezó con las comidas diarias. Pues no solo tenían que estar a tiempo: tenían que ser perfectas, tenían que ser justo lo que José quería comer. El llegaba del trabajo y se sentaba a la mesa con el periódico en la mano y ni siquiera levantaba la vista: ¿ya está la comida?. Ella ya sabía que no podía ser cualquier comida, sino justo lo que él quería y sin fallos: que la carne no supiera a carne, que el pescado no supiera a pescado, que el macho no supiera a macho, que el pollo no supiera a plumas.

Si algo olía fuera de lo común, era suficiente para que apartara el plato en la mesa diciendo: Esta cosa está hecha sin amor. Alguna vez probó apenas una sopa, y la devolvió con una sola frase: Esta mierda sabe a colcha de trapear. Ella como se sorprendió, porque nadie sabía de alguien que se hubiera bebido una colcha de trapear hervida, pero cuando probó la sopa tratando de entender, entendió: sabía a colcha.

María lo quería mucho pero sentía que su hombre perfecto la trataba como una esclava. Dejó que el agua calmara el sofoco. Pero un día, ella, trémula, se acercó a su padre, temiendo éste reaccionara violentamente contra su amor, le contó lo que estaba pasando, pero con mucha calma y bastantes adornos. Antonio sintió que las venas de las sienes le latían fuertemente, las manos se le crisparon sobre los pantalones, una mejilla se le movía involuntariamente. Al fin dijo:

- Hija, ese hombre es quien te da de comer y te mantiene con tus caprichos y a veces hay que hacerse él de la vista gorda.

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