La fábrica
Posted: martes, 20 de abril de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Cuentos de veranoLa secretaria se precipitaba hacia la mesa para sentarse en el sillón presidencial. Ella estaba segura que desde allí, todos podrían admirar su camisa nueva de encajes y la pulsera de cuero sintético. Ricardo se sentó al lado dándole a demostrar que los micrófonos eran de alta tecnología y que fue él quien los consiguió. Le seguía José, que se tocaba los bolsillos del pantalón para asegurarse que no se le olvidaron las pastillas de Aspirinas y de Donepezil, su mujer miraba las sillas vacías con un aire agrio.
Después de lo sucedido, se tendría que plantear una nueva estrategia. “Los nuevos no pueden sacar la cabeza del agua, así como así. Está más que discutido, de hoy no pasan” decía bien alto la secretaria de la fábrica.
Dos o tres cositas
Posted: martes, 6 de abril de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Juanita la de la esquinaPasadas 7 horas, la enfermera apareció para decirles que tenían que cerrar sin consulta porque no había agua. Pero si hoy llega el agua, le dijo una mujer con los brazos al aire.
-tiene razón, pero como usted mismo dijo, “llega” que no significa que ha llegado.
Y empezó a repartir los nuevos turnos para pasado mañana, garantizando que el agua llegaría ya fuera por San Pedro o por la tubería. No paró tampoco de enumerar las dificultades que había que enfrentar cuando el preciado líquido llegaba por las pobres y gastadas hojalatas de más 100 años. Ustedes saben que nuestro país, está atravesando un duro bloqueo económico e ideológico, por parte de los intereses de… pero "Esas son cosas que pasan a diario" se dijo Juanita con paciencia. Ese buen humor de Juanita por el cumpleaños de la hija la llevó a coger a pie la distancia hasta el Coppelia en busca de los helados.
A esa misma hora, Luzmila la hija de Juanita, se tragaba una espina de pescado mientras almorzaba en la casa. Desesperada, la joven utilizó una técnica que aconsejan los viejos en estos casos: se tragó sin masticar un pedazo de pan viejo, pero la espina continuaba clavada en su garganta. Entonces corrió a la policlínico. En el cuerpo de guardia la atendió la enfermera. Luego de observarla, diagnosticó que ya la espina no estaba allí y posiblemente lo que sentía era el reflejo...
-¡No! -gritó Luzmila.- ¡Está ahí!
La enfermera le comunicó que el policlínico no tenía agua y que los médicos estaban en horario de almuerzo y que todo eso era la culpa del bloqueo económico e ideológico de los enemigos del norte, que por eso no cuentan con el instrumental adecuado para extraer una espina. Que debía trasladarse al Hospital Militar o al Clínico Quirúrgico.
Luzmila regresó a su casa. Cuando llegó Juanita la de la esquina a las seis de la tarde encontró a su hija dando paseítos y apretándose la garganta. La joven le explicó lo sucedido, pero Juanita no había encontrado los helados deseados para ese día.
Salieron en dirección de la Plaza de Marte para coger un carro que las dirigieran hasta el Hospital Militar. Sentadas en el carro, a pocos milímetros de dos grandes bocinas, el reguetón reinaba. El chofer les contó que le dio una serenata de reguetón a la novia esa madrugada, para que ella y la cuadra entera se despertaran. Al fin habían llegado cuando Juanita le gritó al chofer que solo personas con el seso hueco escuchaban esa porquería. El joven le lanzó una mirada asesina y antes de apretar el acelerador gritó:
-Pues si no te gusta el reguetón, ¡lárgate de Cuba, viejita!
Llegaron al hospital. Los atendió un estudiante de medicina que hacía la guardia nocturna. Luego de revisarla minuciosamente diagnosticó lo mismo que la enfermera.
-No! -gritó Luzmila otra vez-, la siento aquí.
El estudiante le confesó a las dos que el hospital no contaba con otorrino de guardia, que debían trasladarse al Clínico Quirúrgico, el único que prestara ese tipo de servicio nocturno. Que no se preocuparan, que la ambulancia de guardia los llevaría cuando regresara al hospital.
Pasaron dos horas y la ambulancia no aparecía. Luzmila vomitó en el pasillo intentando extraerse por ese método la espina, pero fue imposible. De pronto una idea la iluminó de pronto. Una prima de Juanita era jefa de personal de la Escuela de Estomatología, quedaba a dos pasos de la casa.
Cuando cogieron fuerza se echaron a caminar. Llegaron a la Escuela de Estomatología y buscaron a la prima. Por suerte estaba de guardia esa noche. Le contaron lo sucedido y la prima la llevó ante el especialista. La anestesiaron, y con unas pinzas extrajeron de su garganta una gruesa espina de pescado que Luzmila mantuvo clavada allí durante 19 horas de su cumpleaños.
Odalis está nerviosa, hasta el momento ha recibido tres regalos: un pañuelito, para secarse el sudor; un ajustador hecho a mano por su mamá y unas fotos, regalo de su padre. La rusa, la madre, está furiosa con las amistades que no se han acordado del cumpleaños de su hija. Pedrito, el hombrecito de la familia, de doce años, ha examinado los regalos, y ha manifestado disgusto por no haber entre ellos cosas de comer. El padre se ocupa en virarle el cuello a dos gallinas, expresamente reservadas para ese día. La madre se ocupa de los pasteles al mismo tiempo que hace el postre; arroz con leche cocido con cáscaras de limón, y polvoreado con canela después de frío. Entretanto, no cesa de murmurar de las amigas (que viven afuera) que no han mandado nada. Enrique se limita a responder:
-¡Paciencia, calma nosotros también tendremos un día mejor!
La mamá sale de la cocina para arreglar la mesa tratando de variar el miserable aspecto de la pequeña sala. Remueven muebles, tanques de agua vacíos, hornos de carbón y aparatos de cocina eléctricos chinos; ponen servilletas de papel para los invitados y sacan a relucir algunos cubiertos de reserva. Ese día tomarán cerveza, traída en un botellón previamente lavado con agua de ceniza. Todos notan con sentimiento la falta de unas flores y globos.
El padre entra sofocado a su cuarto, son las siete y media y todavía no se ha cambiado. Apenas tiene el tiempo necesario para vestirse. ¡Cojones la caja de betún! ¿Rusaaa la caja de betún donde está? Es vano preguntarle. Se resigna a darle cepillo seco a los zapatos. ¡Y él que pensaba disimular una rotura, a un costado, a fuerza de cubrirla de betún! Pero no hay tiempo que perder; los pantalones, verdaderos mártires, veinte años a fuerza de lavados y resisten. La camisa, casi dan las ocho. ¡Qué rabia!, los botones de la camisa no quieren entrar en los ojales. Cojones, rusaaa los botones de la camisa, tú tienes la culpa que los pones tiesos de almidón. Por último Enrique, aunque rabiando, ha conseguido vestirse.
La madre se impacienta por el carro. Tú estás seguro que Miguel viene con el carro, le pregunta a su marido. Minutos después una transformación de carro americano se detiene en la cuadra. Es el carro de Miguel, algo especial. La parte exterior tiene el estilo original, pero adentro había sufrido modificaciones dignas de un carro de lujo: aire acondicionado, teléfono, televisor, GPS, discoteca, bañera, cuadros de pintores, celulares en todas las puertas… en fin, la última tecnología al servicio de la familia, que claro está, tuvo que pagar su cuota por permitir que la niña se tirara las fotos de los quince dentro de aquella máquina del siglo 21.
-Ustedes están locos, no saben nada de lo que está pasando, por poco no vengo.
-Cállate y empieza a tirar las fotos, le grita la madre a Miguel.
Después de comer, piensa la madre, trasladaré a la cocina los muebles de la sala. A lo largo de las paredes distribuiré una docena de sillas. Los dos tanques de agua los pondré en un rincón; se le olvidó a Enrique comprar unos platillos de plástico. La mujer lo mira acusadoramente; Enrique culpa al hijo que es quien lo ha olvidado.
Encima del sofá se ostentan clavados en la pared, algunos retratos fotográficos pequeños. Todos de la familia: es necesario creer en la familia, dice el padre. En otro rincón, sobre una mesita de madera hay un montón de chucherías entre las que se destacan dos grandes floreros sin flores, dos calabazas, unas uvas, dos plátanos y dos caracoles enormes de plástico. En el piso, se notan varias baldosas rotas.
Nadie llega. La calle está vacía. Nadie toca a la puerta. ¡Tu estas seguro de haber repartido las invitaciones! ¡Porque ni Juanita con su tribu ni toda su familia, están por aquí, pa’ que después no se aparezcan a última hora, como quien manda a pedir azúcar en el almacén! ¡Qué se habrán figurado! ¿Creerán que estamos acostumbrados a esperar?
Ponen la música a fondo, el reggeton se escucha a 12 kilómetros a la redonda.
Tres jóvenes se acercan. Podemos pasar, le preguntan a Odalis. Hacen su entrada a la sala, después de discutir cuál entraba primero. Como por encanto, uno levanta la mano con un pretexto cualquiera, tienen sed.
La madre se sienta en el sofá. Enrique se esta durmiendo pacientemente en su silla, con la cabeza apoyada en los brazos; un cigarrillo, apagado y medio consumido, está al caérsele de los dedos. La música continúa sonando.
Es la una, la fiesta se da por terminada. Los quince de Odalis se han festejado espléndidamente, y todos se han divertido, sueña la madre medio despierta. La culpa la tiene este hombre, mira que hacer una fiesta el mismo día de la manifestación en la plaza de la Revolución.
Al otro día la gente comentaba el escándalo que hubo en la casa de Enrique mientras el pueblo gritaba consignas de Viva la Revolución por el Natalicio de José Martí.
¿Qué bola acere?
Posted: domingo, 14 de marzo de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Mi amigo¿Qué bola acere?
Procura responder este correo. Desde enero no sabemos de ustedes, espero que estén bien, por aquí estamos en alerta de terremoto, han circulado y emitido información en el Sierra y por las emisoras sobre un posible terremoto que acabe con Santiago de Cuba y lo que han hecho es alarmar y asustar a la población que no entiende por qué ha habido tanto silencio en torno al tema por tantos años, pero esas son cosas de mi país, tú sabes, y lo cierto es que algo fuerte nos va a sacar de la faz de la tierra, y créeme, es así como te lo digo, no estoy exagerando, ojalá y no pase nada, o que no sea como el de Haití, pero en el estado en que están las casas santiagueras hace pensar en lo peor, lástima que antes no nos dieron más información ni entrenamiento, pues la cultura sísmica del santiaguero está por el suelo, es como si nosotros estuviéramos a mil quilómetros de una falla arquitectónica o como si fuéramos adivinos o superdotados para saberlo todo, pero como esto no afecta a La Habana a los santiagueros no se les dice nada. Aun la televisión tampoco dice nada al respecto (no estamos en La Habana claro) y no se sabe cuánto va a durar el silencio en los medios nacionales, por suerte ya nos estamos entrenando, no es difícil para un santiaguero entender qué es un temblor, hasta los niños en las escuelas están aprendiendo para evitar males mayores, pues la incultura y el desespero matan más que otras cosas. Es triste, pero así son las cosas por aquí, sea cual sea la razón del silencio en torno al tema la verdad es que estamos en ascuas y en gran peligro, y desde hace años, como sabe todo buen santiaguero; sólo que, como tú también sabes, nada oficial ha salido nunca a la palestra pública para que sea del conocimiento de todos nosotros, los del sur de la isla, otra vez el fatalismo geográfico nos muerde, además de otras cosas fatales de mi país. Pero estamos creando, Fernando ya es de la UNEAC y trabaja con ellos ahora en el diseño de su revista y en otras cosas, a mí no me aceptaron, será para otra vez, y no sé si quiera, aunque me lo propongan como ahora. Yo terminé un video arte que quiero hacerles llegar, tú me dices cómo. Por lo demás estamos bien, a mí me da igual el terremoto u otra cosa, igual estamos bien jodidos con este terremoto-ciclón socio-económico que es el Período especial, y al final lo mejor de todo es quererse y amarse con entrega total, y luchar hermano mío, y creer, una vez más, que podemos salir vivo de todo esto como salimos del 93 y el 94, esa satisfacción y alegría no la quita ningún terremoto y ningún gobierno. En lo particular yo estoy bien, me puedes creer, estoy tranquilo, pase lo que pase, de momento estoy vivo y voy a dar guerra hasta el minuto final, ya sea mañana o dentro de veinte, cincuenta o cien años, estoy vivo y voy pa’lante como un tren socio. Ya terminé mi segundo poemario, estoy impartiendo un taller de realización audiovisual aquí en la universidad donde creé un aula audiovisual en el departamento de extensión universitaria, donde sabes que trabajo ahora, además de varios proyectos de realización que tengo en mente. La relación con Yeni va de lo mejor y mi familia está bien por ahora en medios de los azotes de la influenza, del dengue y demás cosas, estamos bien socio y seguimos pa’lante. Así que no se alarmen. Santiago ha cambiado bastante en cuanto al transporte y otras cosas gastronómicas. Ampliaron el Coppelia producto de Expósito el secretario del PCC provincial, que con 10 como él en Cuba esto fuera otra cosa. Bien Broder esto es todo, cuídense y quiéranse mucho. Los dejo por ahora. Besos y abrazos.
Yo, Luisito Díaz
Pasado, presente y futuro
Posted: viernes, 12 de marzo de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Cuentos de veranoYo tenía a los 5 años, como poca gente en Cuba, una libreta de ahorro. Era la época del futuro por excelencia, todo estaba construido para el mañana. “No toques eso, que es para mañana”, me decía mi mamá, “no utilices esto que es para el futuro”, me decía mi papá, y así hasta José Martí. Yo tenía mil pesos en mi cuenta. Créame que esa cifra sí que es buena. Muchas cosas te podrías comprar. Mi madre podría tener un lindo vestido, mi abuela un balance nuevo, hecho por un buen carpintero, mi papá unos buenos pantalones y mis hermanos muchos juguetes; pero teníamos que esperar el futuro. En el presente de ese tiempo, mi mamá no tenía su vestido, mi abuela no tenía el balance, mi papá el pantalón y yo tenía que contar con los juguetes viejos de mis hermanos y los mil pesos.
Once años más tarde integré el servicio militar. Era la época del periodo especial. No había ni juguetes, ni balances, ni vestidos y mucho menos pantalones, pero sí tenía todavía mis mil pesos. En el servicio militar obligatorio existía también una sola regla «sacrificar parte de tu juventud y morir para que existiera un mañana, para que existiera la paz, sobre todo para el futuro” menos mal que no existió tal guerra con los poderosos del norte (EE.UU), pero sí sacrifiqué buena parte de mi juventud. Al terminar mis tres años de servicio, nos entregaron a cada uno una carta de reconocimiento, un fuerte abrazo y unas palabras como que en el futuro seríamos viejos y tendríamos el respeto de las nuevas generaciones.
Mi abuela siempre lo decía “lo cómico es que no tenemos futuro, porque no existe. Para todo el mundo el futuro seguro es la muerte y nuestro seguro más estimado es el presente, la vida, el minuto mismo; esos minutos que pasaron, créeme mijo que no te pertenecen. Algunos como me ven vieja me dicen que me queda poco que vivir, y eso es falso, no tenemos nada que vivir, nosotros vivimos y es a fuerza de vivir que duramos más. Estamos vivos y por el minuto después estaremos muertos.”
En aquella época no entendía muy bien a la abuela, que a cada minuto soltaba unos de sus sermones. ¿Sería la vejez que le hacía hablar?
Hoy me doy cuenta de que todavía tengo los mil pesos, mis hijos ya tienen edad de tener su propia independencia, por eso he pensado en pasarles mi bien más preciado, fruto de sacrificio de tres generaciones, mi antigua libreta de ahorro.
La casa de Doña Esperanza
Posted: sábado, 27 de febrero de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Cuentos de verano¿Por qué tanto misterio alrededor de esta casa?
Me preguntaba yo algunas noches cuando me tocaba la guardia del CDR, donde llegué a ver por las rendijas de la casa unos ojos negros y grandes, cargados de terror. Eran los mismos ojos que pedían silencio, cuando jugábamos dómino. Esa situación de la casa me estaba calcinando el cerebro, por saber el por qué del misterio de la casa solitaria. Así que un día le pregunté a una vieja vecina del barrio.
Ah. La casa solitaria, según dicen vive una tal doña Esperanza, ya con sus ochenta y tantos años. Hace mucho tiempo los padres de doña Esperanza murieron en un accidente, ellos eran personas muy adineradas doña Esperanza era su única hija. Después de ese accidente doña Esperanza abrió en la casa el prostíbulo más famoso de la ciudad. A mi parecer esto del prostíbulo, se pasaba de padres a hijos, así que te podrás imaginar. Ella muy joven modernizó el negocio. La que se armaba allá dentro, con los adelantos de la ciencia y la técnica. Modificó las habitaciones y después empleó todo el personal, muy calificado y profesional. Dicen que tenía una libretica donde anotaba la cantidad de personas que entraba día por día, con nombres y apellidos. Todo marchaba bien hasta que se enamoró de un pretendiente.
la libreta
Posted: viernes, 19 de febrero de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Cuentos de veranoEl año pasado ya no será como este, por supuesto que todo cambia. Me di cuenta que uno del primer cambio entrado en vigor, fue la nueva libreta de racionamiento. Llegó con menos páginas. De 36 bajó a 20. Mi abuela dice que seguro es una de las enfermedades de adelgazar de la casi cincuentenaria cartilla. Pronóstico, enfermedad incurable, y el enflaquecimiento se relaciona con la cercana novedad de su fallecimiento.
El nuevo pergamino se sometió a la mitad en cuanto a las páginas dedicadas al examen mensual de los productos. Es decir, antes se dedicaba una página a cada mes, y ahora contiene dos meses en igual zona. Dicho de otro modo, antes enero y febrero existían en páginas independientes, y ahora se tropiezan en una sola.
La zona consagrada a dietas médicas se racionaliza en un 50 por ciento. Antes había cuatro páginas, y ahora dos. Esto implica excluir los datos personales de los beneficiarios de las dietas, lo cual limita la vigilancia continua por parte de los bodegueros, ejemplares sagaces a los que no se les va una, y lo que no ven se lo figuran. Ellos tienen un conocimiento del barrio no superado ni por los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
La arcaica libreta era jactanciosa, escandalosa, con mucho ruido y poco movimiento, como la mayoría de nosotros los cubanos. Con una cantidad exagerada de espacios y casillas, ya que para controlar un kilo, o a lo sumo dos de papas mensualmente, son innecesarios diez rectangulillos. Así pues, para un poco de arroz y azúcar, un puñado de sal y frijoles, el buche de aceite que se vende y una "ñinga" de café quincenal, no hacen falta tantas hojas. Yo me atrevería a decir que con un pedazo de cartulina se resolvería el problema con el consiguiente ahorro de papel y tinta.
De todos modos, lo que tenga que ver con la libreta de racionamiento es de suma jerarquía para los cubanos. Porque, si bien es cierto que es poco lo que ofrece, a precios subsidiados, con un poco de invento por aquí y otro por allá, los estómagos se desperezan y se calman los chillidos de las tripas, siempre empecinadas en cantar imprudentes canciones cuando se está en presencia de algún desconocido, con el cual no tenemos suficiente confianza.
Ojalá esta libreta del 2010 dure tanto como su ascendencia, porque como están las cosas, y los numerosos problemas ecológicos, entonces sí que ¡pa’ la pinga todo!
Agua china
Posted: miércoles, 10 de febrero de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Las cosas que dejé en CubaEn un mercado en el que los productos más singulares se adulteran, desde el famoso cigarro cubano Habano, el yogur, las langostas, hasta los atributos de los dioses del panteón yoruba, se necesita ser no ya exótico sino abnegado del fidelismo, para confiar en la legitimidad del agua mineral embotellada.
Mucho más cuando hasta el gato sabe que esto de dar gato por liebre constituye aquí una tendencia tan vieja como las mismas shoppings.
Al escucharme, me explicó que no sería un misterio para él eso que acabo de decir, pero que él viene de un mundo donde también la legitimidad tiene su precio. Por ejemplo, y me dice: “el mundo de hoy tiene sus vicios y sus cualidades; la cualidad principal es que todavía no nos toca hablar chino y sus vicios son que nada funciona: la llave del baño tiene fuga; el lavabo se tupe; la mesa nueva es coja, la silla también, la gaveta no se abre, pero cuando la abres no se cierra; la lámpara se enciende y se apaga, la tinta no es tinta, la pluma está oxidada; el sobre de la carta no se pega; hay piedrecitas dentro de la pasta dental, las cuchillas de afeitar no cortan, las manillas de las puertas se quedan en la mano; al cepillo se le caen los pelos; el jabón huele mal; los botones son o demasiado grandes o demasiado pequeños; le faltan páginas a tu libro; las mangas están demasiado cortas; el pantalón es muy largo, la cintura estrecha; los mangos de las ollas giran; los cuchillos cortan al revés; el hueco de la aguja de coser está cerrado; el hilo se rompe; la fosforera no enciende. Todo eso para decirte que la danza china es lenta y hermosa y su Kung fu es de primera calidad, así que una botella de agua Ciego Montero, que no tenga minerales no me asusta”
En medio de este panorama se comprenderá que sustituir el agua mineral embotellada por agua de la pila o de algún tanque gusarapiento, resulta tan fácil como beberla. Agua por agua, da igual, dirán los falseadores. Lo único que las diferencia son las consecuencias de su ingestión, dirá mi amigo.
Eros y Thanatos
Posted: viernes, 5 de febrero de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Cuentos de veranoQuítate la ropa y deja el ajustador que me gusta quitártelo con los dientes. Después te acuestas al lado mío. ¿Qué tú dices? Que tienes la regla. Eso no es nada mamacita, yo soy un vampiro. Ven acá a mi lado. ¿Qué tú haces? ¡Tú eres loca! Deja eso, no lo hagas, no, ¡nooo! ay cojones, llama un médico rápido, ay mi madre como duele, que me has hecho. Laure mira a Eduardo. Abre la ventana y bota los testículos a la calle.
(10 días después)
Bienvenidos al purgatorio. José se encontraba sentado en el piso del apartamento. La habitación tenía un aspecto de mala muerte. Olía a humedad, sarro y mierda. Las paredes estaban llenas de gusanos, grasa y moho. Una extraña mancha llevaba más de una semana en el piso. Ya formaba parte del decorado. El no había escogido ese hueco de mierda. Su vida se le desplomó. Todo era mentira. Era ella y no yo, se repetía encogido de hombro. Todo era mentira. Se encontraba con un vaso de cianuro, decidido a terminar con la vida.
Cuba (meses antes)
Ese día Francisco llega a la calle Enramadas, sin pasajeros, pero con una sonrisa de oreja a oreja. Por fin encontró el amor de su vida. Hace ya dos semanas que están juntos y todo fue una casualidad. Ella trabaja en un tienda shopping del centro de la ciudad. Una tarde le llega una nota a su bolso donde estaba escrito: Te espero donde siempre, a las cinco de la tarde. Te amo. Era seguro un papel dirigido a una de sus compañeras de trabajo, pero el azar de la vida lo llevó allá. Esa tarde salía apurada de su trabajo pues tenía que despedir a un amigo que se iba para el extranjero. Salió a la calle y estiró el brazo: oye motorista, hasta la avenida Martí que estoy apurada. Cuando llegó, sacó el dinero y se lo dio sin darse cuenta de la nota. Francisco leyó la nota y fue amor a primera vista. A partir de ese día están juntos. Francisco tiempo después dejó escapar la nota bajando la calle Enramadas con su sonrisa de oreja a oreja. La nota se pegó en el zapato de un turista que iba con su grupo en dirección al aeropuerto. Cogieron un taxi. El vuelo estaba destinado para Madrid. Aquel cubano de 70 años, vivía en España hace más de cinco años.
España (31 de enero 2010)
Jubilado, había vivido la mitad de su vida en Francia. Tenía dos hijos. Eduardo su hijo mayor lo recogió en el aeropuerto, para llevarlo. Cuéntame viejo, ¿cómo encontraste aquello? ¿ Las mulatas se mantienen? Y a Fidel, ¿lo viste?
Después de un rato de conversación, llegaron a su destino. Eduardo tenía que salir ese mismo día para Montpellier, cuestiones de trabajo, le dijo al viejo. Pero no se atrevió a decirle que era más por los celos de Laure, que otra cosa. Rumbo a Francia Eduardo no se imaginaba tener aquella nota en el zapato.
Francia (01 de febrero 2010)
Al otro día en la mañana, Laure con su poco conocimiento del español, logró descifrar la cita que tenía entre las manos. Putain! Quel salop! Lo sabía, yo lo sabía que el hijo de puta este me engañaba, por algo es cubano. Pero este va a ser su último engaño. Botó el papel por la ventana, cogió una pequeña tijera de coser y se dirigió al cuarto donde Eduardo la esperaba con ganas.
Bienvenidos al purgatorio. Tres días después una enorme discusión se armó con los vecinos de abajo. La mujer leyó la nota detenidamente. Tantos años de vida en común y ya empezaron los engaños, se dijo. La discusión fue fatal y violenta. José no aguantaba a esa falsa. Tú lo que quieres es irte con otro y me estás inventando esa mierda. Después de tantos años tú eres la traidora, la que me engañaste o piensas que no lo sabía. Lo tuve aguantando durante todo este tiempo, pero se acabó. José la cogió por el cuello y la estranguló. Una semana más tarde José miraba el cuerpo de su mujer en descomposición. Cogió el vaso y se tomó el veneno.
El apartamento
Posted: miércoles, 20 de enero de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Cuentos de veranoLa tâche
Posted: miércoles, 6 de enero de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Cuentos de veranoBienvenido compañero
Posted: lunes, 4 de enero de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Las cosas que dejé en CubaLlegó a la puerta un carro negro, marca mercedes. Lo único que se podía ver, era al chofer y a la enfermera que sacaban a Rafael Jedive del carro. Se le veía en la cara, el aire evidente de su riqueza. Por otra parte, Rafael Jedive se parecía a una gallina y tenía una forma de mirar un poco insolente que daba ganas de cantarle el himno de la Bayamesa en plena cara. Ese día era para festejar los 50 años de la vida profesional de Rafael Jedive, 50 años dedicados al arte. Yo que nunca me pierdo esos espectáculos estaba frente al museo. El cortejo subió majestuosamente hasta la avenida principal. Cuando el suntuoso carro se acercó, los empleados estratégicamente situados empezaron a aplaudir. Los niños lanzaron flores y los adultos agitaron pequeñas banderas cubanas. Una gran tela fue abierta en la entrada que dijo: “Bienvenido Rafael Mendive. Viva la Revolución Cubana.” En medio de los gritos, los aplausos y los gritos de “cojones”, Rafael se levantó de la silla eléctrica muy emocionado. Con una mano hizo saludos calurosos y con la otra se dio golpes en el pecho, sacó un pañuelo rojo para sonarse la nariz. Rafael recordó las palabras de su médico sobre su presión arterial y la necesidad de evitar alteraciones o disgustos pues se sentó en la silla.
A solo diez centímetros
Posted: martes, 15 de diciembre de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Las cosas que dejé en Cuba La noche se hace más oscura. Puede ser que esa oscuridad de hoy no sea tan mala como la de ayer, se dice ella. Su cabellera rubia, que se confundía con el amarillo de los naranjales en su natal Ciego de Ávila, se sale por la ventanilla del taxi, cuando asoma la cabeza para indicar un bache gigantesco que amenaza tragarse al carro.
Solo diez centímetros, se repite parada en la esquina del Parque. A la derecha el Gran Hotel lleno de peces que la miran. Los peces, así les llaman todas ellas a los turistas y cuando los pescan les dicen pescado por supuesto. Peces esperando su carnada y viceversa. A solo dos metros, una experimentada que inicia a sus colegas. “Regla número uno, acostarse con alemanes, checos, búlgaros, españoles, franceses, chilenos, chinos, ingleses y hasta coreanos -del Sur, por supuesto. Pero, prohibido acostarse con nacionales, porque sus esposos lo van a considerar como un acto de adulterio”.
Empieza su recorrido habitual. El tun tun de sus caderas deja miradas al paso: esa minifalda que ella se pone le marca hasta el intestino, y la blusa transparente como sus mismas intenciones, se le pega al cuerpo y la hace sudar. Lleva unas sandalias cruzadas hasta las rodillas, las manos llenas de anillos, cada uno de una persona diferente, de una promesa distinta. No será una obra de arte colonia, pero su color café resalta en la esquina de la iglesia neoclásica.
Son las once. Ella se para en la esquina del parque. “Menos mal que no estamos en Europa, sino el frío me mataría”, mira a una banda de jóvenes que piensan acabar con el ron de Santiago. “Y por qué seguir en esto, se dice, porque no hay pescado que llevar a la mesa en una tierra rodeada de mar, no hay azúcar en un país sembrado de cañaverales, ni frutas en un paraíso tropical", se responde las mismas palabras de auto estimulación. Pero no dice, porque está loca por sentenciar a un pescado que le asegure los zapatos blancos de tacón que acaba de ver en la tienda de la Catedral. A veces aún sin un kilo arriba entra a las tiendas a oler lo que un día comprará, como cualquier española o francesa o italiana. La muy inconsciente piensa que afuera el dinero cae del cielo. Sueña con los perfumes de Gucci, Armani, con ponerse ropas de alta costura y con pasearse como una actriz desubicada, pero orgullosa de su última película.
A su izquierda los defensores del orden. La policía. Ella sabe que la miran, pero la dejan hacer por dos cajas de cigarros Marlboro y cinco dólares. A veces no son los Marlboro los que les quitan el deseo. Lo ha podido experimentar y sus amigas también. El sexo. Por suerte los de esta noche son adictos al tabaco.
Solo diez centímetros. Ya son las dos de la mañana ella camina en medio de dos hombres. Uno mayor que ella, al otro no le calcula todavía la edad pero sí el aliento. Es la tercera vez que se detiene a vomitar. A pesar de todo, ella no soporta los besos, se envuelve en halagos que no siente y no para de mentir como una loca... Sí mi amor, eres el único, el mejor hombre que he conocido, como tú nadie, - mientras un dolor en el vientre le da arcadas, pero piensa en los zapatos que se va a comprar, cierra los ojos y actúa interpretando un guión majestuoso.
Ya son las siete de la mañana pasa por el pasillo que la lleva a su casa. Su marido la espera allí. ¿Cuánto? Solo 20 dólares... La mira con el odio de haber perdido a su madre. En medio del pasillo le empieza a quitar la ropa con violencia, le grita, ábrete cojones mientras la cachea y la mantiene firmemente. Está con la minifalda por las rodillas, de un piñazo en el ojo la obliga a agacharse y sigue cacheándola en sus partes más privadas. “Puja cabrona, puja”. A solo diez centímetros está el resto del botín, en su mano. Es una táctica que ella aprendió en el oficio.Y para colmo de males tenía ahora dos dientes flojos y estaba quedándose ciega.
Filosofía tropical
Posted: domingo, 6 de diciembre de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Las cosas que dejé en Cuba El proyecto de José no incluía la búsqueda de oro, ni de especies, ni la ruta hacia las Indias Orientales. El siempre buscó la isla de Cuba y un día la encontró. Entonces comprobó que tenía suficientemente dinero para pagarse 100 veces ese viaje y sobre todo vivir en esa hermosa isla. En realidad era una hermosa isla. Todo era bello, dijo, "Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos han visto" y lo demás que se vaya para el carajo. Atrás dejaría la contaminación, el estrés, los problemas ecológicos, los locos, la mierda... Acá no tengo palabras para describir tanta belleza. Los árboles, las plantas, las flores de colores, los pájaros, los cocoteros, las frutas, el verrrdorrr.
El primer turista que encontró, fue en la playa. Era Español, pequeño, fuerte y con una barriga que no le permitía verse los pies. Estaba desnudo y mirando para el cielo, acompañado de una mujer de cara de burro, que llevaba a cuesta una jaula con un mono. Había en la isla otros personajes que José conoció poca a poco: un viejo retirado de la ex-KGB, desnudo, colorado y de barba verde ; un nórdico flaco y melancólico, un tipo un poco raro. Dos hombres discutían de beísbol, parecían ingleses y una pareja no dejaba de acariciarse bajo las sombras de los cocoteros, seguro eran franceses.
José cerró los ojos al mirar todo ese mundo y se esforzó por no ver nada. Decidió ir a la montaña. Alrededor había árboles de mangos, palmeras, tamarindos, aguacates, en fin la vida misma. Llegó y plantó la casa de campaña.
En medio de la oscuridad, la humedad, un poco de frío, los mosquitos lo invadían por montones. Eran miles de pequeños vámpiros. Sentía que la vida se le iba. A mitad de la noche tuvo que salir corriendo hacia un lago pantanoso. Después de unos minutos se dio cuenta de que estaba lleno de cocodrilos. Pero un hombre como él no se da por vencido muy fácil. Cuando salió del agua una banda de perros jíbaros lo siguieron. De nuevo tuvo que correr, esta vez en dirección a una cueva. Allí se encontró a un hombre con espejuelos, de mirada dura, recelosa y sobre todo con un poco de todo. El tambien llegó acá en busca del paraíso. Yo también busqué el paraíso, mi filosofía era la misma, yo hago esto, yo hago lo otro, yo me arrodillo, yo rezo para reunir fuerzas y bajar al puerto. El barco que me trajo no viene hasta dentro de 10 años. Cuando el venga no puedo cogerlo: el español que camina la playa con su mujer se va primero y así. Así que tengo que vivir más de 100 años en el paraíso. ¿Usted no me cree?
La metamorfosis
Posted: sábado, 21 de noviembre de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Las cosas que dejé en CubaFermín trabajaba como portero desde hacía 10 años en el Museo Nacional de Historia de Cuba. A pesar de todo, nunca había puesto un pie dentro del museo. Un día fue convocado a la oficina del director. Historia de promoción, según decía la carta. Ese día atravezó los mil y tantos metros cuadrados del museo.
El espacio estaba ocupado por hombres que jamás habían salido al exterior y Fermín se sintió extraño al ver a sus desconocidos compañeros de trabajo. De hecho tuvo que pagar la entrada pues no lo conocían a él tampoco, aplicando el reglamento al pie de la letra:"Todo objeto animado o inanimado, animales, plantas y hombres, que no pertenezca a la plantilla interior, debe pagar...". Caminando se cruzó con hombres de expresiones glaciales y que parececían ignorar toda idea de simpatía o de humanidad. Más bien la rabia parecía dominarlos. Dos hombres abrieron una puerta y se dirigieron hacia Fermín. Caminaban pegaditos y silenciosos. Fermín sintió un tembleque apoderársele del cuerpo y acto seguido sacó un cigarro, pidió fuego. Ninguno de los dos hombres se detuvo. Fermín siguío caminando asustado. Se dió cuenta de que ninguna de las personas con las que se cruzaba, parecía fijarse en él. Ni siquiera lo miraban. Concentrados en enormes y gigantescas pilas de papeles, no querían, ni parecían querer ocuparse de nadie ni de otra cosa. Fermín se detuvo con el cigarro en la mano y se sentó en una mesa en el medio de la sala. Ya era obvio que nadie lo había notado. Y en realidad, nadie notaba a nadie. Para estar seguro, cogió una carpeta y la ripió en pedazos, pero nadie, nadie lo miró. Ahora sí estaba seguro de que nadie le iba a prestar la menor atención.¨Pues se sentó en una silla. Sentía que había caminado toda la vida. Estaba cansado. Por curiosidad, abrió una de las gavetas de la mesa de trabajo y asombrado se percató de que había miles de hojas de color verde. Era el primer color que veía desde que había entrado al museo. Hojas verdes y vacías. En otra carpeta había una "carta tipo" de interés comercial. Sin destinatario alguno. Empezó a preguntarse si podría copiar la "carta tipo" en las hojas verdes, así tendría color el museo. Miró para los lados y como nadie lo determinaba, empezó a copiar a golpes de máquina de escribir.
Adán y Eva
Posted: jueves, 5 de noviembre de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Las cosas que dejé en Cuba Antonio y Reinasofía se preparaban para el invierno. Ese fue el deseo pedido por ambos a San Lázaro, el año pasado en la fiesta. Años de discusiones quedaban atrás con el nuevo cumplido. El calor eterno les era insoportable. Sobre todo, cuando tenían que aguantar durante los 365 días del año, los mismos shores y puloveres. Sin hablar del sol, caliente y torturante del mediodía.
Antonio, sabiendo que le quedaban 6 horas para ver la nieve, empezó a intranquilizarse, pues se percató que no tenían ropas para soportar los 3° de invierno y que la casa no estaba diseñada para tal temperatura.
-Tú sabías muy bien que todo tenía que estar listo para mañana y ahora no creo que en 6 horas puedas arreglar el mundo, decía su mujer mal humorada, debí encargarme yo misma. No sirves para nada.
Antonio no dijo nada. Se quedó pensando en la nueva solución. Y si le pido a Changó, dios del trueno, que me dé una casa con ropas. Pero esa idea la apartó, pues el día de Changó había pasado. No les quedaba más remedio que esperar el invierno con sábanas. Comenzó a tapar todos los huecos de la casa, a clausurar la ventana, y a calentar dos tanques de agua para que el vapor subiera.
Radio Reloj anunciaba un cambio brusco de temperatura, cosa inusual en Cuba. "Esta mañana, será las más fría de todos los años, jamás visto... el centro de meteorología anuncia 3° de temperatura en la isla... Radio Reloj, tac, tac, tac, tac, tac, 8:00 de la mañana..."
Todo cambió: el aire era cada vez más frío, el cielo cada vez más gris y la noción del tiempo ni hablar. Parecía que nada pasaba. La idea fija de ambos era cómo hacer para crear un incidente dentro de ese nuevo mundo oscuro y por supuesto qué acto elegir. Con los 3° de temperatura no se puede salir, no se puede jugar dominó en la esquina, no se puede estar en el brete y tenían que permanecer las 24 horas encerrados. Ya se les hacía difícil la vida al cotidiano.
Reinasofía fue la primera que empezó el escándalo, tirándose al piso y gritando que se iba a dar candela, pero su escándalo no tuvo repercusión. Entonces Antonio empezó a poner fuego a los muebles con agresividad, pero el humo los obligó a abrir la ventana y dejar pasar el frío. Reinasofía sugirió que sería mejor tirarse por la ventana, pero la idea la recogió enseguida, pues su cabeza no pasaba por la ventana. Y si salgo desnudo a la calle, dijo Antonio, pero también retiró la idea de la mente, pues sería un suicidio seguro con este frío.
Más tarde, se quedaron sentados en el piso, como anestesiados. Parecían muebles, parecían sombras. A partir de ese momento empezaron a aceptar la idea de que Adán y Eva eran personajes del paraíso y por supuesto el paraíso se encontraba en el trópico.
La anunciación
Posted: lunes, 26 de octubre de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Las cosas que dejé en Cuba Los seres comunes (esos de los que mañana ya nadie recordará ni el nombre, ni la edad, ni las señas) representan la gran parte de cualquier sociedad. El caso de Arnulfo, es uno de ellos.
Una mañana, a las 9:24, se oyó en la sala de parto del Hospital “Juana de Oz” : “papá te quiero”. Fueron las primeras palabras que dijo Ernesto, al ver claramente las luces artificiales de la sala. Su padre, Arnulfo, estaba contento y cansado a la vez. Había pasado dos horas para dar a luz a aquella criatura. Solo le veía los ojos azules y la sonrisa de dientes blancos : ¡Igualito a su tatarabuelo, que en paz descanse! Dijo sin poder levantarse.
Ernesto bajó de la mesa y comenzó a dar pasos hacia el rostro de su padre. Era realmente asombroso como después de 9 meses uno ve crecer a su hijo en cuestión de segundos. A Ernesto se le notaba en la expresión la madurez del padre, la intelegencia del abuelo y la seguridad propia. Lo tocaba todo con las manos y reconocía los objetos en tres lenguas: español, francés e inglés.
Se detuvo un instante para asegurarse que sus ideas eran ciertas. Que su materialismo científico lo llevaría a la fama y que los problemas ecológicos sería mejor presentarlos en su próxima campaña presidencial. Avanzó para reconocer al fin a su padre, sacando del bolsillo izquierdo del traje hecho a la medida, una pluma francesa tallada en oro y una hoja para el testamento. Una sola firma y sería el abogado más feliz del mundo. Arnulfo se impacientaba. Quería ver por fin a su hijo. El cansancio, la vejez, la fiebre, su enfermedad contagiosa y el corazón le recordaban que ya no era el mismo que 10 segundos antes. Incluso estaba a punto de perder, por la enfermedad, el único ojo sano. Un segundo y por fin lo podría ver, pero dos golpes del corazón le negaron la alegría.
Ernesto se quedó con las ganas de tirarle a la cara el odio que sentía desde hacía 50 años. Con la pluma en la mano y el papel en el piso sintió las contracciones que desde 9 meses lo tenían preocupado. Y comenzó a dar a luz a su hijo. Eran las 9:25 de la mañana.
El país de las maravillas
Posted: domingo, 18 de octubre de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Juanita la de la esquina En la Plaza de Marte apareció un cartel. El marido de Juanita la de la esquina se motivó a madrugar y acicalarse como para una fiesta. El cartel anunciaba buenos trabajos para los desempleados. Se solicitaban hombres entre 16 y 50 años para laborar en hoteles, en las cocinas, como chóferes, ect...
Caminando, se imaginaba al armario de la cocina con cantidad de latas de comida, listas para comer. Por supuesto no estaban vencidas. Bizcochos, bombones, leche condensada, "espán"... todo lo que le dejó de ser familiar. Las etiquetas, las marcas, los esloganes publicitarios. La idea tuvo la virtud de hacerlo sonreír. Dejó ver una impresionante fila de dientes, colmillos y molares blanquísimos que cuando llegó a la dirección indicada, un grupo nutrido de hombres se estremeció. Eran más de mil.
Se comentaba sobre las grandes ventajas de estos puestos ; si los enganchabas, entrabas en contacto directo con la comida en la cocina de un hotel. Trabajar como chofer de turismo era una fortuna asegurada.
Esos puestos no se encuentran si no es con un palancazo o pagando buen dinero. Encontrarlas gratis, ofrecidas mansamente por el estado, provocaba cierta extrañeza entre los hombres.
Cuando llegó la hora, con la puntualidad que rige el trabajo organizado, apareció una secretaria. Con voz dulce y ademanes profesionales pidió a todos, por favor, que le entregaran sus carnés de identidad para el control preliminar.
Se escabulló entre el tumulto desesperado por entregar sus documentos, y cuando al fin llegó a la secretaria, vio con asombro que una montaña de carnés lo sepultaba fuera de las mejores opciones. Pero no se desanimó.
Cuando los hombres habían entregado sus identificaciones, apareció de la nada el jefe del sector de la policía. Sacó de la montaña varios carnés de identidad de algunos de los 400 desempleados, volvió el rostro a la secretaria y le agradeció su cooperación por la tarea cumplida. Luego se dirigió a la concurrencia que miraba atónita el cambio de panorama:
-Tienen 48 horas para que busquen trabajo, o les voy a aplicar la ley de peligrosidad.
Antes de marcharse, boquiabierto y sudoroso, el marido de Juanita la de la esquina escuchó todavía al jefe de sector:
-Es la única forma de tenerlos a todos bajo control.
Historia de un sindicato
Posted: sábado, 17 de octubre de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Juanita la de la esquinaCalle Enramada las casas tienen dos pisos, nunca más e imposible menos. Todas las fachadas están pintadas con cal. Distintos colores resaltan a la vista mientras el sol te mata y pocos carros pasan. El marido de Juanita la de la esquina se detuvo frente a una vitrina vacía, la tienda es de dos pisos de mármol blanco, como los de la panadería del barrio. Al pasar la enorme puerta colonial se encontró en un espacio casi vacío. Era en realidad una enorme tienda que dejó su utilidad para transformarse en oficinas del estado. Monótonas, con sus decoraciones eternamente idénticas. El marido de Juanita estaba convencido de que la decoración no estaba echa para la diversión. Los pasillos estaban algo oscuros. Los mismos muebles anónimos, reducidos y estrictos: una silla, una mesa y un enorme armario al estilo Luis XV. Su decisión de recoger un cheque de mil pesos en el sindicato municipal estaba tomada. Entró en la primera oficina de las muchas, pero de ahí lo mandaron para la del frente, es decir la del barrio. De allí a otra para poner un cuño. Luego tuvo que esperar unas dos horas, porque llegó en el horario de descanso. Lo llamaron para otra oficina más amplia, pero con los mismos muebles. Luego esperó una firma de la secretaria, pero ésta no tenía lapicero y tuvo que esperar, tiempo suficiente para coger aire y leer los dos periódicos. Y así sucesivamente hasta que se fue la corriente y lo citaron para dentro de 15 días. El cheque le fue otorgado por su condición de destacado y solamente podía utilizarlo antes de 14 días.
Cansado de rebotar de aquí para allá y de allá para acá sin saber si en fin era o no era destacado, explotó su paciencia en un monólogo, merecedor del premio nacional de su sindicato;
“Ser o no ser: he aquí el problema ¿Qué es más desgraciado para el espíritu del trabajador: sufrir los golpes y la ineficacia insultante de un sindicato, o tomar las armas contra un rebaño de inútiles? ¡Sufrir… gemir… no más! Y pensar que por el sueño de hospedarme en el Hotel Santiago con un cheque de mil pesos, trabajé como un animal, hice guardia, marché, pagué mi cuota sindical y de milicias, además de acumular 200 horas de trabajo voluntario remendando un canapé para un círculo infantil ¿Qué quieren, que siga mirando estas paredes, estas cuatro paredes?”.
Al día siguiente le dieron sus mil pesos. Ser o no ser un trabajador destacado municipal: he ahí el problema.