Historia de un sindicato

Posted: sábado, 17 de octubre de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas:
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Calle Enramada las casas tienen dos pisos, nunca más e imposible menos. Todas las fachadas están pintadas con cal. Distintos colores resaltan a la vista mientras el sol te mata y pocos carros pasan. El marido de Juanita la de la esquina se detuvo frente a una vitrina vacía, la tienda es de dos pisos de mármol blanco, como los de la panadería del barrio. Al pasar la enorme puerta colonial se encontró en un espacio casi vacío. Era en realidad una enorme tienda que dejó su utilidad para transformarse en oficinas del estado. Monótonas, con sus decoraciones eternamente idénticas. El marido de Juanita estaba convencido de que la decoración no estaba echa para la diversión. Los pasillos estaban algo oscuros. Los mismos muebles anónimos, reducidos y estrictos: una silla, una mesa y un enorme armario al estilo Luis XV. Su decisión de recoger un cheque de mil pesos en el sindicato municipal estaba tomada. Entró en la primera oficina de las muchas, pero de ahí lo mandaron para la del frente, es decir la del barrio. De allí a otra para poner un cuño. Luego tuvo que esperar unas dos horas, porque llegó en el horario de descanso. Lo llamaron para otra oficina más amplia, pero con los mismos muebles. Luego esperó una firma de la secretaria, pero ésta no tenía lapicero y tuvo que esperar, tiempo suficiente para coger aire y leer los dos periódicos. Y así sucesivamente hasta que se fue la corriente y lo citaron para dentro de 15 días. El cheque le fue otorgado por su condición de destacado y solamente podía utilizarlo antes de 14 días.
Cansado de rebotar de aquí para allá y de allá para acá sin saber si en fin era o no era destacado, explotó su paciencia en un monólogo, merecedor del premio nacional de su sindicato;
“Ser o no ser: he aquí el problema ¿Qué es más desgraciado para el espíritu del trabajador: sufrir los golpes y la ineficacia insultante de un sindicato, o tomar las armas contra un rebaño de inútiles? ¡Sufrir… gemir… no más! Y pensar que por el sueño de hospedarme en el Hotel Santiago con un cheque de mil pesos, trabajé como un animal, hice guardia, marché, pagué mi cuota sindical y de milicias, además de acumular 200 horas de trabajo voluntario remendando un canapé para un círculo infantil ¿Qué quieren, que siga mirando estas paredes, estas cuatro paredes?”.

Al día siguiente le dieron sus mil pesos. Ser o no ser un trabajador destacado municipal: he ahí el problema.

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