El país de las maravillas

Posted: domingo, 18 de octubre de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas:
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En la Plaza de Marte apareció un cartel. El marido de Juanita la de la esquina se motivó a madrugar y acicalarse como para una fiesta. El cartel anunciaba buenos trabajos para los desempleados. Se solicitaban hombres entre 16 y 50 años para laborar en hoteles, en las cocinas, como chóferes, ect...
Caminando, se imaginaba al armario de la cocina con cantidad de latas de comida, listas para comer. Por supuesto no estaban vencidas. Bizcochos, bombones, leche condensada, "espán"... todo lo que le dejó de ser familiar. Las etiquetas, las marcas, los esloganes publicitarios. La idea tuvo la virtud de hacerlo sonreír. Dejó ver una impresionante fila de dientes, colmillos y molares blanquísimos que cuando llegó a la dirección indicada, un grupo nutrido de hombres se estremeció. Eran más de mil.
Se comentaba sobre las grandes ventajas de estos puestos ; si los enganchabas, entrabas en contacto directo con la comida en la cocina de un hotel. Trabajar como chofer de turismo era una fortuna asegurada.
Esos puestos no se encuentran si no es con un palancazo o pagando buen dinero. Encontrarlas gratis, ofrecidas mansamente por el estado, provocaba cierta extrañeza entre los hombres.
Cuando llegó la hora, con la puntualidad que rige el trabajo organizado, apareció una secretaria. Con voz dulce y ademanes profesionales pidió a todos, por favor, que le entregaran sus carnés de identidad para el control preliminar.
Se escabulló entre el tumulto desesperado por entregar sus documentos, y cuando al fin llegó a la secretaria, vio con asombro que una montaña de carnés lo sepultaba fuera de las mejores opciones. Pero no se desanimó.
Cuando los hombres habían entregado sus identificaciones, apareció de la nada el jefe del sector de la policía. Sacó de la montaña varios carnés de identidad de algunos de los 400 desempleados, volvió el rostro a la secretaria y le agradeció su cooperación por la tarea cumplida. Luego se dirigió a la concurrencia que miraba atónita el cambio de panorama:
-Tienen 48 horas para que busquen trabajo, o les voy a aplicar la ley de peligrosidad.
Antes de marcharse, boquiabierto y sudoroso, el marido de Juanita la de la esquina escuchó todavía al jefe de sector:
-Es la única forma de tenerlos a todos bajo control.

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