La anunciación
Posted: lunes, 26 de octubre de 2009 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Las cosas que dejé en Cuba Los seres comunes (esos de los que mañana ya nadie recordará ni el nombre, ni la edad, ni las señas) representan la gran parte de cualquier sociedad. El caso de Arnulfo, es uno de ellos.
Una mañana, a las 9:24, se oyó en la sala de parto del Hospital “Juana de Oz” : “papá te quiero”. Fueron las primeras palabras que dijo Ernesto, al ver claramente las luces artificiales de la sala. Su padre, Arnulfo, estaba contento y cansado a la vez. Había pasado dos horas para dar a luz a aquella criatura. Solo le veía los ojos azules y la sonrisa de dientes blancos : ¡Igualito a su tatarabuelo, que en paz descanse! Dijo sin poder levantarse.
Ernesto bajó de la mesa y comenzó a dar pasos hacia el rostro de su padre. Era realmente asombroso como después de 9 meses uno ve crecer a su hijo en cuestión de segundos. A Ernesto se le notaba en la expresión la madurez del padre, la intelegencia del abuelo y la seguridad propia. Lo tocaba todo con las manos y reconocía los objetos en tres lenguas: español, francés e inglés.
Se detuvo un instante para asegurarse que sus ideas eran ciertas. Que su materialismo científico lo llevaría a la fama y que los problemas ecológicos sería mejor presentarlos en su próxima campaña presidencial. Avanzó para reconocer al fin a su padre, sacando del bolsillo izquierdo del traje hecho a la medida, una pluma francesa tallada en oro y una hoja para el testamento. Una sola firma y sería el abogado más feliz del mundo. Arnulfo se impacientaba. Quería ver por fin a su hijo. El cansancio, la vejez, la fiebre, su enfermedad contagiosa y el corazón le recordaban que ya no era el mismo que 10 segundos antes. Incluso estaba a punto de perder, por la enfermedad, el único ojo sano. Un segundo y por fin lo podría ver, pero dos golpes del corazón le negaron la alegría.
Ernesto se quedó con las ganas de tirarle a la cara el odio que sentía desde hacía 50 años. Con la pluma en la mano y el papel en el piso sintió las contracciones que desde 9 meses lo tenían preocupado. Y comenzó a dar a luz a su hijo. Eran las 9:25 de la mañana.