Entre barbaria y barbería
Posted: martes, 9 de diciembre de 2008 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Las cosas que dejé en Cuba
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En Cuba existen lugares que se las traen. Que parecen como encantados y donde hay un poco de fantasmasocial. En mi barrio se encuentra una pequeña casa esquinera, a un costado del antiguo cine América. En este lugar radicó un barbero que en los años veinte del siglo pasado, tenía un complejo turístico, en las afueras de la ciudad. Muchos decían que su fortuna era por hacer trabajos sucios y dudosos. Algunos clientes, después de pasar por sus manos aparecían muertos de un navajazo en el cuello y con la mitad de su fortuna en manos de vaya usted a saber. Un mal día el barbero, dueño y promotor de aquel gran complejo, apareció ahorcado en la pequeña casa esquinera. Le atribuyeron tan desgraciada decisión al estado de sus finanzas. Tras este suceso el local fue cerrado.
Agapito, fue el barbero de mi barrio, lleva más de 40 años trabajando en esa barbería, donde sucedió el accidente. Le cortó el cabello a todos mis amigos. Me pela desde que lo necesité de niño. Me ha visto crecer, conoce toda la historia de mi familia y la de mis amigos. Cuando era pequeño la gente no hablaba tanto de aquel suceso, a veces, algunos viejos solo se referían al caso simplemente para echarle miedo a los niños como yo, que no se querían pelar. Sino, los temas más importantes se resumían en experiencias amorosas, la mujer, el beisbol, el trabajo y se contaban los últimos chismes del barrio.
Recuerdo que les tenía miedo a aquellos aparatos mágicos de donde Agapito sacaba unos paños humeantes que colocaba sobre la cara de los clientes, perecía como si les quitara o quemara la mitad de la cara. El contrario eran los espejos que tenían formas de mariposa y si te acercabas mucho tu cara se desfiguraba. Ni hablar de la máquina eléctrica con aquel ruido infernal. El "1" era para alante y el "0" para atrás, ese era el famoso pelao de la "malanguita". La mayoría de los niños llevábamos ese corte entonces de moda y que a veces era vergonzoso porque dejaba al descubierto el cráneo y peor para los que lo tenían deforme. El sonido de la navaja barbera sobre la cinta de cuero donde la afilaba, es otro de mis recuerdos. Yo veía a la gente que con la navaja al cuello seguían discutiendo de beisbol o leían un periódico en voz alta e incluso paraban a Agapito un momento para tomar un buchito de café que siempre pasaba vendiendo la mujer del barbero.
Ahora Agapito le cedío el paso a la nueva generación. Está en su casa viviendo de las historias que ha escuchado durante tantos años. Es escritor y dicen que ha publicado dos libros por el momento, "Cómo ser hombre" y el segundo "El fantasma de la casa esquinera". Este último, después de su publicación, produjo que las autoridades cerraran la barbería. Pues tuvo tanto éxito que la gente ya no quería llevar a sus hijos a ese lugar.
Allí sigue la pequeña casa con olor a lociones y colonias, a crema de afeitar, las nubes de taco perfumado de mis recuerdos. Ahora está vacía según dicen, pero manteniendo casi intacta su fachada, pintada ahora de blanco con pintura barata. Nos habla de su pasado en el que se mezclan el misterio y la fama, con el esplendor y la fatalidad.