Doble filo
Posted: domingo, 29 de agosto de 2010 by yannier RAMIREZ BOZA in Etiquetas: Las cosas que dejé en Cuba
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Esto sucedió en un pequeño pueblo de Cuba hace unos 100 años. La población sufría de una carencia de carne. Todo el mundo se alarmaba-comer vegetales en estos tiempos, es una falta de respeto-gritaban en las calles. Pero a la larga tuvieron que acertar los vegetales y la caña de azúcar.
Solo Juan no compartía esta vergüenza. Con su naturaleza fría, se puso a afilar su enorme cuchillo de cocina y acto seguido se bajó los pantalones hasta las rodillas para ordenarle a su mujer que le cortara dos filetes de sus nalgas. Los pasaron a la sartén con bastante aceite y se sentaron en la mesa a devorar los hermosos y jugosos filetes. Más tarde saldría a la esquina, como todas las tardes, a jugar dominó con los vecinos. El vecino que se quejaba que estaba cansado de comer todos los días vegetales, se quedó inmóvil al escuchar con qué elegancia Juan anunciaba su gran descubrimiento, llegando a mostrar con detalles su método. Todos manifestaron su deseo de alimentarse, a lo que se llamaría, «de sus propias economías ». También aprobarían en la reunión general del pueblo, que Juan era el único experto en la materia y que este debería cortar los hermosos filetes de sus preciosas nalgas de todos los vecinos.
Un tiempo después, Juan propondría en otra asamblea general, la construcción de una escuela especializada en la materia del cuerpo humano, pues al ver la gran cantidad de gente que venía, sería conveniente para la economía del pueblo. La construcción de la escuela se hizo en tiempo record y los primeros diplomas ya tenían la suficiente maestría. Salían con la tesis de cálculo sobre todas las partes comestibles del cuerpo, descartando claro está, las vísceras y demás órganos. Decían que sobre un peso de 200kg, un individuo podría comer durante 450 días, calculando 1 libra por día.
Pronto se vio a las mujeres sin senos. Para ellas esto representaba una ventaja, pues no tenían que usar los insoportables ajustadores. Algunas no hablaban ya porque se habían comido las lenguas. Por otra parte se producían protestas, por parte de los trabajadores de las fábricas de ajustadores, elevando sus quejas antes las autoridades correspondientes. Pero estas contestaban que no era posible inventar una publicidad para animar a las mujeres a usarlos de nuevo.
Un artista plástico del pueblo realizó un performance en medio de la plaza. Por respeto al arte. Empezó a cortarse lentamente y en cuadritos las partes íntimas. La mayoría de los espectadores estaban escandalizados, tanto mujeres como maricones.
De esta manera la mujer de Juan una mañana, al preguntarle si se levantaría para ir a trabajar, no obtuvo respuesta.
Ahora el grave problema de orden público no era la falta de carne, sino como sensibilizar a un pueblo que estaba muy bien alimentado.